domingo, 24 de agosto de 2008

MUTANTES VII


SEXUALIDAD

Cuando consideramos el cuerpo masculino y femenino, vemos en cada uno, sin detenernos a reflexionar en ello, una identidad, una correspondencia con el otro. Un corazón es un corazón sea cual sea el sexo de quien lo posee. Los genitales no son algo tan evidente. Sus carnosas complejidades parecen no tanto la variante de un mismo patrón como órganos de construcción radicalmente divergentes que, de una manera bastante milagrosa, funcionan juntos. Por debajo del ombligo, nos interesan sobre todo las diferencias.

Los anatomistas, sin embargo, al enfrentarse a la diversidad, tienen el instinto de simplificar y unificar, buscar esquemas que relacionen las estructuras más inverosímiles. Ya en 1543 Andreas Vesalio explicó que los ovarios eran equivalentes a los testículos. Y cada trompa de falopio equivalente a un conducto deferente, al igual que el útero y el escroto, la vulva y el prepucio, mientras que la vagina, un tubo hueco, era la versión femenina del mismísimo pene.

Y fue otro anatomista de Padua, Renaldo Colombo quien descubrió el clítoris y lo llamó la dulzura de Venus, aunque, lógicamente, esa estructura anatómica de tan dulces resonancias ya era conocida por los griegos.

Sería ya en 1998 cuando se descubrió que el clítoris era en realidad el doble de grande. Un equipo de anatomistas australianos y una mujer revelaron que el clítoris es una estructura grande y en forma de tenedor que rodea la uretra y penetra en la pared vaginal.

El día 28 el embrión tiene más o menos 1 / 2 cm de largo y presenta cuatro pequeños brotes de extremidades y una cola; pues entre las extremidades inferiores y encima de la cola exhibe un bultito. Este bultito es el tubérculo genital y compondrá la totalidad de los genitales. Crece y en una primera etapa no se distinguirá de un pene o un clítoris.

El día 63 el tubérculo se alarga aún más y la hendidura que lo recorre por debajo se fusiona para formar un tubo, el meato genitourinario o viaducto de la orina y semen. Los pliegues externos más grandes se fusionan para formar un saco, el escroto. Será un saco vacío hasta que los testículos, encerrados en la pared abdominal, emigren hacia el escroto. Si el embrión fuera una hembra los pliegues no se cerrarán y solo se adaptarán a lo que serán los labios mayores y clítoris.

La vagina procede de los mismos pliegues que forman los labios mayores y de una serie de conductos que también forman el resto de órganos sexuales femeninos, pero no los masculinos.

DOMINANCIA DEL CROMOSOMA Y

A la hora de determinar el sexo el Y manda y el X lo sigue. De hecho, la prueba de que el cromosoma Y determina el sexo reside en el hecho de que su funcionamiento resulta dominante sobre el X. La prueba procede de una persona que posee un Y pero que, de una manera anormal, posee más de un X , es decir, es XXY, o XXXY. Serán varones sin duda con genitales perfectamente desarrollados a su sexo siempre y cuando los X carezcan de capacidad para obstaculizar la acción del Y que lo convierten en varón.

El comportamiento dominante del Y no es un acuerdo que deba llenar de satisfacción a los varones chovinistas, ni entristecer a las ardientes feministas. La dominancia se refiere sólo a las reglas moleculares que se utilizan para crear el sexo y no a ningún tipo de aptitud masculina o femenina.

La testosterona entra en las células del feto masculino en el desarrollo y se une al receptor de la proteína. A continuación la hormona y el receptor entran en los núcleos de las células, donde ambos se unen al ADN y activan los genes necesarios para hacer que un macho sea un macho. Se han identificado docenas de mutaciones en muchas familias que inutilizan este receptor, y la consecuencia es, por lo general, que se crea un feto completamente femenino durante el nacimiento, al menos en su apariencia externa. La malformación sólo se detecta en la pubertad, cuando esa aparente muchacha no consigue menstruar.

Muchos pseudohermafroditas machos no están completamente feminizados al nacer. Poseen lo que los clínicos llaman genitales ambiguos: un falo demasiado pequeño para ser pene y demasiado grande para ser clítoris.

DEL NACIMIENTO A LA MUERTE

El envejecimiento es el declive intrínseco de nuestros cuerpos. Su manifestación más evidente es el aumento de la mortandad a medida que nos hacemos viejos.

La explicación evolutiva de por qué nosotros y casi todas las demás criaturas envejecemos se basa en dos ideas, ambas implícitas en la explicación que dio Haldane a la enfermedad de Huntington. La primera es que los efectos nocivos de algunas mutaciones se dejan sentir tan sólo en una fase tardía de la vida. Y de manera más evidente, una mutación podría causar una enfermedad que avanzara lentamente. La mutación de Huntington es una de esas bombas de relojería. También la mutación SOST, que provoca esclerosteosis a los afrikaaners; los niños no quedan relativamente afectados, pero el exceso de crecimiento del hueso mata en la mediana edad. Lo mismo ocurre con las mutaciones en BRCA1, el conocido gen del cáncer de pecho cuyos efectos perniciosos sólo lo perciben las mujeres entre los treinta y los cuarenta. Y también existe una variante del gen APOE, llamada epsilon 4 que predispone a los ancianos a sufrir ataques al corazón y Alzheimer.

En 1994, murieron 1.674 mujeres suecas de 80 años. Resulta imposible predecir qué avances médicos harán falta para asegurar que en el futuro no muera ninguna pero cuando ese día llegue, indicará que se ha completado el segundo gran proyecto de la civilización industrial: la protección de los ancianos contra la muerte.

Texto: transcripción de Armand Marie Leroi "Mutantes"
Bibliografía: Lehninger / The Jonhs Hopkins University School of Medicine
Anatomía y Embriología comparada de Pedro Amat y colaborades de la Facultad de Medicina de Salamanca

TURKANA



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