Entre dos mares está la isla
preñada de humedades,
abriendo marcha hacia la dominicana
y Cuba, mis Antillas queridas.
Desde el Yunke un taíno soñado
enhebra estrellas con el sonido del caracol.
Su piel oscura, su mirada negra,
su pelo lacio, sus piernas montunas
trenzan las ramas de la ceiba.
Como en una rosario de aceitunas
encasta sus notas el coquí
mientras los jibaritos al molinillo
de sus manos giran bengalas de colores.
El hacendado en su hamaca comba un brillo
en la mirada que rasga el blanco lino
sobre la piel tostada de la cotona joven.
Un tibio ron revuelve sus humores de hombre.
En la costa, el Caribe de entonces y de ahora
bombea dos pececillos con escamas de oro.
El gringo cabalga por Vía Apia un porsche
con los demonios sueltos y un orgullo que alborota.
Las boricuas, bellas hasta el delirio,
sesgan sus pupilas negras
sobre el porsche y el gringo
en la zambra de un baile que espera
desde el Yunke el eterno sonido
aventado en el caracol del taíno.
Excrecencia orgánica de la jungla
es el taíno, de las bocas que escupen,
fuego, el jíbaro y de la fuerza
de un imperio el puertorriqueño.
Así que, a la postre, es un compendio
de genes superpuestos que irrumpen
entre avatares de un denodado empeño
por ser lo que fueron, han sido y ser ellos.
TURKANA
Dedicado a Tina Casanova,
escritora puertorriqueña
por El último sonido del caracol.
...y dedicado a Milagros, Alejandro,
Vane, Javier, Annette, la mamá,
Manuel, Mirna, Dorian.
Dedicado a mis amigos,
el perro Balto y la rana coquí.
Dedicado a Ana Rosa y, cómo no,
al escualito Miguel Armando.
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