viernes, 8 de agosto de 2008

CARTA DE AMOR DESESPERADA


Corría el año de gracia de 1940 o de desgracia, según se mire. A menudo, ambos atributos sólo dependen del tiempo en que se les considere. El tiempo, que todo lo lleva y lo trae, se llevó en el año 1945 lo que trajo en el 1940. Cuando el tiempo se lleva el amor desaparece con él todo un mundo hecho a su medida. Y en su lugar se instala un vacío universal de tactos y miradas juntas, de ternura y disipaciones compartidas, de sudor mezclado y saliva intercambiada, de la monotonía seguida de los días que, como una carcoma te llevará inevitablemente al final. Queda sólo un espacio poblado de fantasmas nostálgicos que rebotan como muñecos rotos entre sí y con las paredes de nuestra caja cerebral. Y pugnan por salir a la luz, al fiat lux del ser, y salen moleculitas de dolor disueltas en lágrimas. Los poros se cierran y la extensión completa del cuerpo se invagina por tactismo como los cuernos del caracol. Entonces el ser se convierte en un ser acechante que mira el mundo con miradas rápidas y apenas retenidas, con ojos tan vacíos como el desierto del kalahari. El mundo se vuelve inhóspito y el invierno más frío te cubre con su capa raída y áspera. Sólo cabe entonces esperar el rescoldo de la próxima primavera que venga invertida en su ardor. Su calor tímido e incipiente se transmuta por birlibirloque en otros calores de hogaño primaveras. Fotones de luz que irisan los colores de las flores y llenan por todas partes el aire de ceodós y oxígeno que nos consume y a la vez alimenta nuestro cerebro a instancias del corazón o el corazón que impele la sangre hasta el cerebro.

El corazón, el loco de la casa, la víscera cordial, de la cordialidad y del amor, del espasmo, del impulso mantenido cada día y a cada batido, inocente del camino. Un camino marcado por su término donde se bifurcan los amores. Allí donde comenzaron comienzan, porque en el amor, como en tantas otras cosas de las vidas de los hombres, el tiempo y el espacio se contraen y estiran y es de común experiencia que donde hubo dos en uno hay uno en dos. Tanta física cuántica de partículas elementales pergeñadas en dos lugares a la vez y el amor, desde siempre, consintiéndonos difusos en los caminos disidentes al mismo tiempo. Diluidos, como quedamos en el desamor, diluyéndonos en el amor.

Cuántas odas en marcha fúnebre cantadas por los poetas a su amada perdida y recuperada en sus sueños y desvelos que otro día ocupó con otros tintes y colores!

¿Dónde vas pajarillo asustado, tan pronto, si aún la muerte con su abrazo no cercenó nuestras vidas? Maldita tejedora de sueños y destinos Circe, alcahueta. Paridora de engendros, agostadora gozadora del daño de los hombres. Tejes redes espesas con hilos ensalivados en tu hiel, para uno y para otro, a cada amante tu ponzoña. Y al tejido lo alías con el tiempo, convicto tuyo en las maldiciones de los humanos, y cuando el macramé está listo, acabado el paisaje de embeleso, decantado el polvo de los años, lo agitas para tapar nuestros poros nutricios y vivos de amor.

¿Dónde vas pajarillo asustado, dónde? ¿Dónde, con tus patitas de alambre en un planeta que gira, a por qué tierra, a poblar qué espacios si no hay otros que los que Circe mancilló? ¿Dónde, amada mía, lejos de mi si la lejanía quedó atrás con nuestro encuentro? ¿Quién equivocó tus pasos, quién confunde tu destino, Circe sola no puede, equivocó a tu amor y equivocado te equivoca? Uno y otro confundidos, se justifica la pérfida.

Vence a Circe, si una vez fue vencida por amor. Y ha sido vencida muchas veces. Verás como enredos y quebrantos de hoy se transforman mañana en más loco amor. Mi piel que me contiene ese extraño mundo interior siente el rápido fluir de los electrones girando en órbitas expectantes como ejércitos a la batalla.

Sonará la música del que soy para guiarte por el proceloso mar que otros recorrieron, para sacarte del fondo de la selva oscura en que en la mitad del camino de tu vida te encuentras y volverás a la luz y a la vida. Volverás por los colmenares desde la flor del almendro de nata de mis sueños hasta el arroyo de mi vida, a bañarte, a mojar tu piel matizada, tus ojos negros emergentes y tu pelo encaracolado que me niegas. Volverás con tu risa vacilante, volverás inocente y sabia, sin duelo, casi más enamorada en la batalla ganada. Volverán a sonar tus dedos la música escondida de tus cuerdas con esos huesecillos tapizados por una carne ficticia. Chupar tu carne y oler tu olor que disimulas es aliento y alimento que me das, amor. Más que amor.
TURKANA
Carta anónima encontrada en Medinaceli (Soria)

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