lunes, 26 de mayo de 2008

JOB, historia de un hombre sencillo


"Hace muchos años vivía en Zuchnow un hombre llamado Mendel Singer. Era devoto, temeroso de Dios y normal y corriente, un judío como cualquier otro." (...)
(...) "A las once de la mañana llegaron a Dubno. Mendel tuvo que esperar. Entró, con la gorra en la mano, en un gran portal. El portero llevaba un sable.
-¿A dónde vas? -preguntó.
-Quiero marcharme a América. ¿Dónde tengo que ir?
-¿Cómo te llamas?
-Mendel Mechelovitsch Singer.
-¿Para qué quieres marcharte a América?
-Para ganar dinero. No me va bien.
-Dirígete al número ochenta y cuatro -dijo el portero-. Allí ya hay unos cuantos esperando.
Estaban sentado en el amplio corredor abovedado, enlucido en un color amarillo ocre. Hombres de uniforme azul montaban guardia delante de las puertas. Pegados a las paredes había bancos marrones. Todos estaban ocupados. Pero en cuanto llegaba alguien más, los hombres de azul hacían un movimiento con la mano, y los que ya estaban sentados se apretaban, y de nuevo se sentaba uno más. Fumaban, escupían, cascaban pipas de calabaza y roncaban. El día allí no era día. A través del cristal lechoso de una claraboya muy alta, lejana, se percibía un pálido vislumbre de la mañana. Los relojes hacían tictac en algún lugar, pero avanzaban al mismo ritmo que el tiempo, que en aquel corredor de techos altos se habia detenido. De vez en cuando un hombre con uniforme azul gritaba un nombre. Todos los que se habían quedado dormidos se despertaban. Aquel al que habían llamado se levantaba, se tambaleaba en dirección a las puertas, se estiraba el traje y entraba por una de las puertas altas de doble hoja, que en lugar de picaporte tenían un pomo redondo de color blanco. Mendel pensó cómo debía manipular aquel botón para abrir la puerta. Se levantó. De estar tanto tiempo sentado, apretado entre aquellos hombres, le dolían las extremidades. Pero apenas se hubo levantado, uno de los hombres de azul se acercó a él.
-¡Sidaj! -gritó el hombre de azul-. ¡Siéntate!" (...)
Joseph Roth narra con un estilo brillante la odisea no buscada, sobrevenida por la fuerza de los aconteceres divinos y humanos, de un hombre sencillo, un judío en definitiva. Un judío de Rusia que atado a su fe y a las supersticiones de su época, en una sociedad cerrada, burocratizada, casi de castas, decide o casi aprovecha un resquicio por el que se cuela un mínimo aire de libertad para emigrar a América. La América de las libertades, del progreso eufórico y de la igualdad.
Un judío con plena condición de hombre, por más guiñapo que parezca, sobre el que gira su familia. Tres hijos, una hija y su mujer. Cada uno de ellos personajes perfilados absolutamente por Roth. Uno de carácter que se alistará en el ejército de los cosacos, otro inteligente, prófugo, que emigrará a Nueva York. El otro, desgraciado y marcado por la estrella de David, Menuchin, el que quizá nunca aprenderá a decir más que mamá, mamá. Menuchin, el tullido, que sin embargo...oye campanas. La contrapartida de Job, su mujer, influyente pero para nada condicionante de este hombre sencillo y, en apariencia, débil.
La vida discurre para Job con una monotonía aplastante. Los hechos se desencadenan y él sólo reza y a Dios invoca, de El espera y a El se encomienda, a El remite su futuro y se sabe proveniente de El.
¿Dónde queda la libertad, incluso para revelarse contra ese Dios, que lo es todo? Apenas queda, pero como Jesucristo hombre, Job exalta su santidad con esa rebelión cuando ya no puede más, cuando Dios, ese gigante de manazas infinitas juega con los mosquitos humanos sin medir bien sus fuerzas y lo aplasta literalmente pero como es Dios no lo mata. Será el primer milagro, y habrá otros. Todos los milagros son creíbles, son tipos de milagros que suceden. Milagros que le llenarán de felicidad tardíamente, que le reconfortarán de sus muchas calamidades, en un cumplimiento de voluntad divina que llega onerosa y tarde. Singer lo sabe y su reproche es justo, sólo le cabe a Dios avergonzarse.
Una novela exquisita para degustarla con el fino paladar de la inteligencia y la imaginación excitada por las líricas imágenes con que Roth la escribe. Pinceladas de humor y de vivos colores en los paisajes y en los personajes, voces de la naturaleza que habla por la blanca y crepitante dureza de la escarcha y por el croar de las ranas. Desde los trigales y desde los ríos llega Rusia. Desde el asfalto y los neones llega América. Vívidos colores bermellones, azules prusia y amarillos cadmio sobre el tapiz gris de la vida de este Job moderno.
Embebe, distrae, exalta y agudiza el sentido de lo bello, lo divino y lo humano esta magnífica novela de este resolutivo, inteligente y sensible novelista austríaco de origen judío, Joseph Roth.
TURKANA

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