miércoles, 24 de diciembre de 2008

MANDALA DE AMOR


Grano a grano, color a color,
uno a uno, uno y otro
dispuestos para darte vida,
para animarte, mi consentida.

La pupila, color caramelo,
y el rojo de los labios,
topacio esmerilado,
salitre, tu mirada de ensueño.

cuarzo, mica y feldespato,
de la tobera de mi mano
diente a diente tallo,
brillo y negro, tu pelo encaracolado.

A puñados avento tu piel,
arena blanca, y de las conchas
nácar, pizquita de luna, miel
y emerges de las rocas y la duna.

Mi consentida, te siento en el alma
esta noche y es mi apuro mayor
terminar al alba tu dibujo de amor,
antes que la marea te lleve, a ti y al mandala.


TURKANA

martes, 23 de diciembre de 2008

LO FATAL


Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido, y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida, y por la sombra, y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de donde venimos...!

Rubén Darío
TURKANA

lunes, 22 de diciembre de 2008

LA VIDA ANTE SÍ de Émile Ajar


Lo primero que puedo decirles es que vivíamos en un sexto piso sin ascensor y que para la señora Rosa, con los kilos que llevaba encima y sólo dos piernas, aquello era toda una fuente de vida cotidiana, con todas las penas y los sinsabores. Así nos lo recordaba ella cuando no se quejaba de otra cosa, porque, además, era judía. Tampoco tenía buena salud, y otra cosa que puedo decirles es que era una mujer que merecía un ascensor.

La primera vez que vi a la señora Rosa tendría yo tres años. Antes de esas edad no se tiene memoria y se vive en la ignorancia. Yo dejé de ignorara a la edad de tres o cuatro años y a veces lo echo de menos.

Había en Belleville otros muchos judíos, árabes y negros, pero la señora Rosa tenía que subir los seis pisos ella sola. Decía que el día menos pensado se moriría en la escalera y todos los chiquillos se echaban a llorar, que es lo que se hace cuando se muere alguien. Unas veces allí éramos seis o siete y otras veces más.

Al principio, yo no sabía que la señora Rosa me cuidaba por un giro que recibía a final de mes. cuando me enteré, tenía ya seis o siete años, y para mí saber que era de pago fue un golpe. Creía que la señora Rosa me quería desinteresadamente y que éramos algo el uno para el otro. Estuve llorando toda una noche. Fue mi primer desengaño. Al verme tan triste la señora Rosa me explicó que la familia no significa nada y que hasta los hay que se van de vacaciones dejando al perro atado a un árbol y que cada año mueren tres mil perros privados del cariño de los suyos. Me sentó en su regazo y me juró que yo era para ella lo más valioso del mundo. Pero entonces me acordé del giro que llegaba todos los meses y me fui llorando.

Bajé al café del señor Driss y me senté delante del señor Hamil, que era vendedor ambulante de alfombras en Francia y había visto de todo. El señor Hamil tenía unos ojos muy bonitos que da gusto verlos. Cuando lo conocí, era ya muy viejo y después no ha hecho más que envejecer.

-¿Por qué sonríe siempre, señor Hamil?
-Para dar gracias a Dios todos los días por mi buena memoria, mi pequeño Momo.

Yo me llamo Mohamed, pero todos me llaman Momo, que es más de niño.

La vida ante sí
Émile Ajar

Momo, un niño musulmán que no ha conocido a sus padres, cuenta su estremecedora peripecia vital al lado de la señora Rosa, una anciana judía, superviviente de Auschwitz, que acoge a los hijos de las prostitutas en su pensión clandestina de Belleville, un suburbio parisino donde malviven emigrantes ilegales de todas las procedencias, chulos, drogadictos y toda suerte de perdedores.

Momo no tiene a nadie en el mundo, y cuando se entere que la señora Rosa padece una arterioesclerosis cerebral intentará luchar contra la decrepitud que va consumiendo inexorablemente a la vieja prostituta, a pesar de los cuidados que le prodiga la señora Lola, un ex boxeador senegalés transexual y el señor Walouma, un barrendero del Camerún.

A través de la mirada de Momo, enfrentado prematuramente a la crudeza de una vida que no perdona, el lector se sumerge en las descarnadas reflexiones de un niño que habla de su mundo, del racismo, la soledad y el miedo, con una rara mezcla de humor, ingenuidad y ternura.

TURKANA

lunes, 8 de diciembre de 2008

ZAMORA, LA BIENCERCADA

Cae la noche densa
La casa del Cid, el Campeador
Cigüeñas en la cúpula Bizantina
El troncoso, la calle
El rincón de las confidencias
Arcos conventuales
El ojo de la aguja
Románico puro
Viriato, pastor lusitano
La cigüeña de Dios
Palacio de Justicia
Donde fue armado Caballero el Cid
Río Duero, río Duero...hacia Portugal
El río de la vida
Balborraz, pina subida
Santa Lucía, de los ojos
San Claudio, de los olivares
Aceñas floridas

La puerta del ladrón petrificado
Velatorio de Doña Ximena
Castilla, recta y síntesis
Rúas
Casino
San Torcuato, el Santo del anonimato
TURKANA




















lunes, 1 de diciembre de 2008

VIAJAR POR EL ESPACIO


Tus ojos grandes y oscuros de abismo,
tu piel blanca y limpia de nata,
tus labios rojos y turgentes de zumo,
tus pies con veinte tactos abiertos al mundo,
eres de mi alma suave suspiro.
Eres mi alimento, dulzura de escarcha blanca.

Tu risa en lucha con la vida,
comedida, y entregada a mi,
voltea en lo hondo una campana en mi alma
y salta hasta ti un ritmo estridente
de lucha en la batalla por hacer de la vida
un campo de ferviente infinito,
mi amada, mi hálito de limo.

El espacio de tu vida,
llenando con tu cuerpo
los huecos de tu tiempo,
en mi piel sedienta se cobija,
te bebe y te circunda,
sol de mi sombra.

Para ti están hechos
los destellos de mi cerebro,
para ti mis pensamientos,
para ti mi alma, venida de lejos,
de otro horizonte,
a tu encuentro, amada.

¿Has visto esta noche
la luna entre Marte y Venus?
¿No viste a Selene con su manto
batir el aire de luna?
¿No sentiste, entre las olas,
mi aliento llegarte
y exultante, tus labios,
mis labios besarte?

Viajar por el espacio...
sentir el beso y los cristales,
blanco y cadmio minerales.
Armagedon. No temas,
que para ti su alma trastoca
lo que sus ojos vieron.

Viajar por el espacio...
sentir el tacto y las caricias,
añiles estrellas y océanos de cinc.

Viajar por el espacio...
hasta un mundo pequeñito
hecho de comino y de ti.

TURKANA
Dedicado a "¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?".
cantan con voz de hombre, pero dónde los hombres.
Ven con ojos de hombre, con alma de hombre sienten
pero, ¿dónde los hombres?
Cantan y cuando cantan parece que cantan con voz de hombre.
sienten y cuando sienten parece que sienten con alma de hombre.
Lloran y cuando lloran parece que lloran con ojos de hombre.
Pero ¿dónde los hombres?
¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?
¿Que sienten los poetas andaluces de ahora?
Qué lloran los poetas andaluces de ahora?
Dedicado a un joven poeta muerto en el tránsito de la adolescencia a la juventud.
Dedicado a Jarcha.
Dedicado a viajar por el espacio...
Dedicado a la belleza.

jueves, 6 de noviembre de 2008

CRISIS


Crisis suena a rotura de cristales, a esquirlas de vidrios clavadas en la piel de los consumidores. Las crisis son cíclicas, incluso suelen ser ciclópeas y, todas, son económicas. En nuestra sociedad no existen otras crisis que las de la Economía y sus flujos y reflujos financieros. Es cierto que se habla de muchas crisis: de valores, de la educación, de la autoridad paterna, de la familia y hasta de las civilizaciones, pasando, cómo no, por la crisis de la Democracia. Pero estas últimas crisis no tienen la corporeidad ni la prestancia contundente y demoledora de las crisis económicas. Cada crisis económica asola y atonta media generación en países ricos, que en los en vías de riqueza, se entiende -como si la riqueza fuera un objetivo per sé-, en estos asóla la generación entera. La ventaja de los pobres,que en rigor son los más, y pobres hay también entre los ricos y aun entre los muy ricos, en estos otros la ventaja es que ya nada asola nada pues nada hay que asolar. Alguna ventaja habían de tener los pobres.

Estamos en crisis, hasta el Presidente de ese ex-país llamado Ex-paña, Zapatero para los que no escuchan las noticias ni votan, que de todo hay en la viña del dios Consumo, lo ha reconocido. Bien está que reconozca lo reconocible, para eso le votan los que quieren oír que les digan lo que les dice, tan investido Señor de mayestática cercanía al Pueblo. Claro que no se sabe bien a qué pueblo o pueblos o cantones de esta enfrentada, cruel y atontada Ex-paña. Ex-pañados estamos todos los que moramos en este petulante rincón de Europa llamado Iberia, la querida Confederación ideo-intelectual de Saramago que como todos los grandes escritores es, sin embargo, hipermétrope político. ¡ Hábrase visto cosa igual: proponer una confederación de federaciones confederadas autonómicas, forales y vascas ! Es imposible entender tal galimatías fuera de la muy bien traída siglos ha por el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha en su razón de la sinrazón que a tan alta razón alcanza... Miseria intelectual, no la de Saramago, por cierto, sino la de los sujetos objetos de su deseo.

Estamos en crisis y es curioso que las ganancias astronómicas de hace unos meses de todos los bancos, incluidos los micro-bancos, banquetas y banquistas, sean hoy pérdidas hecatómbicas a las que ese Presidente emplasta asesorado por la caterva de cerebritos economicistas. Estamos en crisis y todos se lo creen. Durará dos años...o tres. Y todos se lo creen. Es una crisis financiera, no de la Economía Productiva, y, todos, se lo creen. La estupidez no puede ser mayor: la economía financiera no tiene existencia fuera de la economía productiva a no ser que hablemos de especulación. Y uno se pregunta: un Gobierno puede permitirse una crisis de la especulación? Seguramente sí. A la vista está. Y todos se lo creen. Ni un solo analista económico disiente fuera de los dos polos en los que es posible disentir, porque el que se mueve no sale en la foto o, desde luego, no es candidato al Premio Nobel, ni mucho menos a Ministro o Secretario de Estado para la Economía. De modo que nadie se mueve fuera de los dos colores de partidos políticos. Y todos se lo creen. Incluso se creen que hay en realidad dos colores: rojo y azul. Pero no, solo hay un color: blanco. El blanco estulto de los zarapastrosos mentales que gobiernan hoy el mundo.

Si todos no se lo creyeran, y no se creyeran todo, el primer efecto sería una inmensa sensación de alegría en forma de humor desternillante. Así cuando leyesen los eslóganes de los gobiernos de, por ejemplo Zapatero y adlátares, "Trabajamos por ti, ciudadano" , la respuesta sería una risa incontenible. O cuando la Señora esa de la Vega, dícese del terreno fértil, se dice vestida de mucama "nos importas tú, mujer...contra la violencia machista", la respuesta sería una conmiserable risa. Así pues, nada más fértil en chanzas ni que propenda más al humor que estos mayestáticos envestidos, si no de realeza, ¡ cualquiera la toca ! si de potestas política que tenemos encarnados en tan grandilocuentes nombres propios.

Pero bueno, el Poder transfigura y así estan todos, toditos, de transfigurados que hasta la color se les ha demudado en cerúlea mascarada de comparsas.
caricatura: Vizcarra


TURKANA

RAZA MARRÓN


Hay una raza marrón y arrugada,
hay una vida miserable y triste,
hay una vida sumida en el trabajo que mata.

Esta tarde he descendido desde mi guarida alta
en las cumbres nevadas y he bajado por la ladera
de la Gran Montaña. Primero, en la lejanía,
fue una voz ronca, de cansado acento que lloraba,
que reía, ¡ qué sé yo qué decía aquella voz perdida
en el camino que reptante se acercaba a la aldea sumergida
en el Valle Hondo !

Ya volvía el trabajador de su trabajo, sus manos
prietas en la hazada sobre el hombro golpeando,
a cada paso, con su filo el cielo que herido sangraba
disperso por Horizonte. El trabajador se para en su camino
y bebe de la Fuente del Caminante un agua
que según leyenda del lugar fue Dios quien la puso
para con cada trago bendecir el sudor en Alianza
con Adán.

Y el Pueblo allá abajo perdido con la tierra
que burbujea terrones que son hogares.

El trabajador sigue Camino Abajo y el Pueblo sigue
y hundido, cada vez más, sigue hundiéndose el trabajador.
Fotografía: Daniel Pozo Blasco
TURKANA

viernes, 31 de octubre de 2008

37 ADIOSES AL MUNDO


adioses al mundo. 4

¡ADIÓS, DINERO! AHÍ TE PUDRAS

¿Qué es eso que me anuncian?: ¿que, con sólo morirme, vas a quedar aniquilado tú, Dinero, todas tus cifras y tus cuentas liquidadas a O , y ni ya a O tan siquiera?, ¿que toda tu realidad va a cambiarse por la verdad desnuda de tu nada?

Pero ¡si tú eras todo en este mundo, oh Dinero! Tú eras todas las cosas, porque cosas reales eran sólo las que podían cambiarse por dinero, las que llevaban, más o menos disimulada, la etiqueta de su precio, y, si había otras, tú no sabías de ellas: no existían. Y eras también las Personas todas, porque las Personas, lo mismo que las otras realidades, no eran otra cosa que el dinero (potencial-claro) que podía mover en el mundo cada una: las que movían poco dinero, ésas contaban poco, pero aún contaban, como p.ej. los bebés, que estaban, ya recién-nacidos y aun desde antes, promoviendo considerables cadenas de negocio para el Bebé o el Bebé Futuro (que por eso a tu Banca y Empresa les gustaba tanto sacar en cartelones caras enormes de inocentes sonriendo), o hasta como los pordioseros metropolitanos, que por lo menos, al circular sacando perrillas por los recovecos del Bienestar, contribuían a mantener la ilusión, que tú tanto necesitabas, y que la gente siguiera creyendo que aquellas monedillas eran dinero y servían para comer, en vez de descubrir o sospechar tu verdadera esencia y que tú no servías para nada más que para tí mismo. Y, claro, los que te movían mucho, en grandes ejércitos de numerario, en largos guarismo de 12 o 13 cifras por lo menos, en gigantescas fusiones o emisiones por todo lo alto de la Red Informática Universal, ésos eran las almas grandes, las Personas más personales de tu mundo, como que, al sostener la Fe en tu existencia virtual, se ganaban la Fe en la propia: eran la realeza de la Realidad, los creyentes y ministros del Tiempo real, Futuro, que era todo lo que tú eras.

Sí, tú eras toda la Realidad: eras la Realidad misma. Tú habías conseguido que la vida corriente se convirtiera en una idea fija de Futuro, que las cosas no fueran más que tú, que, mientras seguías haciendo creer que no eras más que un inocente medio de facilitar el intercambio de bienes (eso debiste de haber sido alguna vez, antes de la Historia, que, oh Dinero, comenzó contigo), manteniendo la ilusión de que contigo se podían adquirir bienes palpables, cosas buenas para el hambre y el deseo verdadero, lo que hacías era anular las cosas, que el hambre fuera el miedo del hambre de mañana, el pan cotidiano no más que el pan vacío del Porvenir y el Plan de Jubilación.

Tú eras el que machacabas hora tras hora las conciencias, llenabas el mundo de pantallas y rollos de Economía, encadenabas el sentimiento y la razón al ideal del Trabajo sin sentido, y no ya que mataras, sino peor, que hacías llamar a la muerte vida. Y eras por eso tú el odio del pueblo, que jamás se cansaba de maldecir de tí con lo poco que quedara de sentido común y vivo en las lenguas de la gente, al mismo tiempo que a las Personas las engordabas de ilusión y de mentira, y acariciabas y masajeabas a los fieles que, malvendiendo sentimientos y razón, se hicieran ejecutivos a tu servicio; que tú querías que eso vinieran a ser, en sus debidos grados, todos los currantes de la tierra, que, creyendo trabajar para sí cada uno, sólo trabajaban para tí todos. Y a hasta a algunos listos nos engañabas dejándonos creer que podíamos buscarte a tí las vueltas, y no declararnos de verdad a Hacienda y aprovechar los fallos, garrafales y cibernéticos, de tus Poderes, tus Empresas y tu Banca, para hurtarte algunos gozos imprevistos, algunas migajas de placer y de verdad que no hubieran quedado del todo convertidas en tí, en los sustitutos de tus Diversiones, tu Saber y tu Cultura.

Tú, oh Dinero, realidad de las realidades, Dios vacío, Capital de todos los Estados, tú eras el Poder y el arma primera de la Administración de muerte. Y entonces, ¿cómo quieres que no me regocije sólo de pensar que, con desaparecer yo del mundo, vas tú a estallar en la verdad de tu mentira, y que no me parezca ese trueque casi un buen negocio y me sea un consuelo este temblorcillo de venganza del corazón y la razón? ¡Adiós, Dinero! Púdrete y revienta. Ya que no me dejas vivir, que muriendo al menos pueda a tí matarte.

Agustín García Calvo

TURKANA

miércoles, 29 de octubre de 2008

ARMAGEDON



Vengo de la gran montaña y he recorrido solo y elucubrando contradictorios pensamientos el largo camino que conduce hasta vosotros. Nadie allí sabe que he venido, nadie puede saberlo si yo no se lo digo. No tengo ningún motivo para someterme a ellos como no lo tengo para someterme a vosotros. El someterme o no someterme es una decisión mía que nadie puede imponerme. Mi propia naturaleza la he impuesto yo desde siempre, la moldeo y la cambio según me viene en gana. No me conocéis y no sabéis de mi. Si trataseis de asociarme con mitos que aún os perduran y los comparaseis con la realidad que soy la hilaridad se dejaría sentir en todos los confines en forma de tormenta asoladora. Me mueve la curiosidad, no la curiosidad del que desconoce sino del que se ensimisma en su obra. Me gusta sentiros y me gusta hacerme de vosotros. Sé que me necesitais y que, a veces, me convocáis desde vuestro vacío al vacío que no habito. Pero no importa dónde esté porque siempre estáis en mi, os llevo contenidos y me gusta sentir vuestro murmullo, sentir el diapasón de vuestro corazón y me asola. Me asola esa incertidumbre vuestra del tiempo contado. Pero no quiero desvelaros el juego del que formáis parte porque en los dados de vuestro destino está lo que vais a llegar a ser y es necesario, y lo que creéis que no sois ni muchos pudieron ser, lo seréis. Y el tiempo se volverá sobre sí. Y los confines de mi reino serán los vuestros y con vosotros vendrán todos los demás, mis animales y mis plantas, mis flores y mis piedras, mis estrellas y mis vórtices...vendrá el quintruenio oscuro lleno de luz hacia los ámbitos del amor. El odio de los tiempos perfilará vuestra singladura y, por fin, vuestra mente se reabsorverá en mi mirada. Estáis cerca de los grandes hitos. Os di el tiempo para que pudierais llegar a donde estáis. Estaré con vosotros un tiempo vuestro y no me conoceréis, no os daré indicios aunque me proclamaré desde la sombra, escondido en algún ingenio vuestro como sobre el que escribo.
TURKANA

jueves, 16 de octubre de 2008

ILUSIÓN


Está la flor abierta al perfume
como nuestros ojos abiertos al amor.
Los colores desplegados al viento
y en nuestros ojos un rocío de ausencia reluce.

Pasa el día y pasa la noche
sobre un campo infinito de amapolas,
tulipanes y bravas aguas oceánicas.
La nieve en las montañas espera.
Adherida a la dura roca
asienta su instinto de permanencia.

Esperamos, yo y la nieve,
el calor de la futura primavera.

Están hechas nuestras vidas de futuro
y por él, en nuestra mente, la ilusión vuela.

TURKANA

domingo, 12 de octubre de 2008

CAROLUS REX, EL HECHIZADO O EL LABIO DE LOS HABSBURGO


Carlos Segundo, el Rey hechizado,
el último de los Austrias de España,
por su cuerpo estéril y su espíritu embotado
crepitan polillas de amor enajenado.

María Luisa, sobrina de Luis Catorce
de Francia, el Grande, gracia
y donaire, bella y flor para él.
Suspira Carolus Rex por su gabachita.

No podrá vencer el perfume de la flor
el rancio hedor a lana mojada
de un monarca degenerado
en una España, como su Rey, hechizada.

Parid, bella flor de lis,
que en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España,
si no parís, a París.

A París no fue su gracia,
que al Hades se mudó.
Su natural alegría no pudo
cambiar la faz de la España agria.

TURKANA

jueves, 2 de octubre de 2008

ITACA


Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.

Konstantinos Kavafis

TURKANA

miércoles, 1 de octubre de 2008

SÍSIFO


Llora Laertes, triste,
la ausencia de su hijo,
Odiseo, estrella del mundo.

Su añoranza a la caza remite
del Jabalí del Colidón
y al Vellocino su orgullo.

Hoy, Odiseo ha vuelto.
A él la treta une, aunque viejo,
contra los pretendientes, sin compasión.

Laertes, triste en su recuerdo
del hijo que de Sísifo quiso
y por amor a Anticlea se dio.

TURKANA

DOLOR DE AUSENCIA


TURKANA

EL DIENTE DE LEÓN


Ya no sabía por qué había empezado a andar. Ni una traza quedaba ya en sus mientes que le permitiese reconstruir la secuencia lógica por la que desembocara en este día de lluvia. Guarecido en el agujero excavado en el terraplén veía, entre los cartones de la embocadura, cómo el campo se velaba tras la cortina de agua. Se sentiría afortunado si recordase el término de la fortuna o la misma sensación que suscita pero ambos se los habían llevado hace ya muchos años el vino y el crack. Ahora una extraña quietud le iba cayendo en forma de torpor sobre los ojos y extendiéndose como una mancha desde la espalda hasta los miembros. Con los ojos cerrados casi ya lo único que percibía era el insistente trepidar de las gotas de lluvia sobre el cartón.

Imaginaba y entre imaginaciones deshilachadas se veía a través del campo de trigo acercarse al pueblecito que oterara en la distancia. Las campanas de la iglesia sonaban monótonas. Entró en el pueblo por la primera calle que le salió al camino. Volvió la cabeza al oír un gruñido entre unos contenedores en los que instantes antes había rebuscado algún resto de comida o cualquier otra cosa. Nunca tenía el propòsito claro de lo que buscaba y sólo una vez que le daba vueltas y más vueltas a algún hallazgo y a su cabeza creía encontrar la utilidad de lo que fuese. El gruñido le sobresaltó. Era uno de los temores claros que cruzaban su mente al abandonar la soledad de los campos y acercarse a los poblados. Siempre había tenido miedo de los perros, desde pequeño cuando un galgo le había saltado a la cara dejándole marcado su afilado hocizo alrededor de un ojo. Se restregó maquinal los ojos para apartar el velo que últimamente le borraba la vista. Siguió andando sin dejar de mirar hacia atrás mientras se alejaba de los contenedores.

Una niña de intensos ojos azules, sentada en la acera, iba desmenuzando en un soplido largo y mantenido un diente de león que se deshacía en una fuga volátil de vilanos. La niña estática, clavada en el suelo, de pelo rubio pajizo, miraba con una fijeza obsesiva en sus ojos de lapislázuli este efecto. Pero ni una sola mueca traslucía, ni movía parte alguna de su cuerpo. El hombre atraído por esa inmovilidad acartonada fue a decirle algo cuando, justo en ese momento, atrajo su atención la visión cristalina, al final de la calle, del gorgoteo de una funtecilla.

Las fuentes en los pueblos eran siempre para él un motivo de regocijo, de regocijo comedido , lejanas ya las efusiones de otros tiempos. Aunque es posible que nunca hubiera tenido tales efusiones. Como fuera, sabía que en la fuente podía beber agua fresca y mojarse la cara. Era esta sensación del agua sobre su piel un lenitivo a la comezón que hacía días le atormentaba algunas partes de su cuerpo, sobre todo el cuello y las orejas. Aceleró el paso y se encaminó decidido hacia la fuentecilla. Andaba. Las campanas seguían resonando. Notaba más pesadez de la habitual en los pies. Veía como el barro se le pegaba a las suelas de las botas deformadas por el uso. A cada paso que daba aumentaba el grosor del barro acumulado en sus pies. Empezaba a sentir fatiga. Le costaba respirar. La cara le ardía de escozor. Se restregó los ojos y deseó con mayor fuerza llegar a la fuente.

Escuchó un gruñido y volvió la cabeza sobresaltado. No vio ningún perro escondido entre los contenedores. Más adelante vio a la niña soplando el diente de león. Al llegar a su altura la miró algo extrañado, como si recordase haberla visto anteriormente, en la misma posición ensimismada en la estela blanca del vuelo de los vilanos. Sus ojos de lapislázuli, como dos piedras incrustadas. Sin párpados. Sentada en la acera. Las piernas cerradas sobre sí. El pelo pajizo. Ni un solo movimiento.

El diente de león soltaba cada vez más y más vilanos y a punto estaba de cubrir por entero a la niña. El cielo se había oscurecido y el hombre apenas podía ver otra cosa que las volanderas pelusas. Notaba sus piernas hundidas en el barro licuado, más inestable. El hombre quiso gritar pero las pelusas se le colaban por la boca, se le fijaban a la narid y le faltaba el aire. Una dramática angustia le cubrió con su manto negro hasta el punto de hacerle sentir fuertes punzadas de dolor en el pecho.

Al tiempo de remover su cabeza con sofocados estertores se despertó con el sabor agrio del barro en la boca y su cuerpo apelmazado bajo el peso de la hura derrumbada.

Salió despavorido al campo y a trompicones iba marcando bajo la lluvia una senda de arcilla.

Miró el horizonte entelado de agua y tras las ráfagas de la lluvia pudo columbrar el campanario de una iglesia con las campanas repicando a difuntos. Se llevó, en un acto reflejo, una mano al pecho intentando apartar la garra que le atenazaba el corazón.

TURKANA

sábado, 27 de septiembre de 2008

FANI


La volví a ver ya mayor, tenía 38 años y un atractivo fulminante. Era una mujer grande en la que una feliz mezcla de rasgos infantiles perfectos muy bien conservados y alargados por el paso del tiempo acentuaban aún más esa sensación sensual en movimiento que suscitaba en los hombres. Llevaba una media melena de un pelo liso y fino, como siempre había sido, y, como entonces, el perfil de su cabeza sobre la luz parecía un halo brillante, ahora de oro. El rubio no le quedaba mal, en realidad no concibo algo que le pudiese quedar mal. Había sido diseñada en un molde perfecto para hacer coincidir ese maravilloso producto que era con los deseos exactos de los hombres. Con toda la amplia panoplia de deseos masculinos sobre las mujeres. Los evidentes y también los ocultos, todos encontraban en ella el albergue apropiado a la medida de su intensidad, ya fuera suave o romántico amor, fuera encendida pasión sexual o extrema locura que en sus delirios de posesión imposible rallaban instintos de muerte. Los hombres más sosegados o que ya habían arribado a las decantadas edades en que las lujurias fructíferas del sexo y los calentones explosivos se embalsaban en los manglares de la melancolía, éstos se entretenían en buscar alguna imperfección, algún detalle, aun insignificante, estuviera contenido en los límites físicos de esa materia sexual o en el mismo movimiento con el que la portaba por el mundo. No conozco ninguno que encontrase jamás un detalle negativo, un detrimento de esa atracción diabólica de Fani. Ella lo sabía y parece que cuando coincidimos, mucho tiempo después, ella ya lo había superado.

Los azares del tiempo, que tan disparatados nos parecen a veces, urden extrañas coincidencias a la medida de nuestro asombro, incluso dan de comer y fama a escritores como Paul Auster, así que deben ser importantes y algo de real debe haber en ellos para que se les reconozca. El hecho es que nuestras coincidencias posteriores a aquel tiempo en que vivimos lo que se esperaba de nuestras naturalezas vinieron envueltas en azares, que ambos reconocimos y recontamos con asombro envueltos, a nuestra vez, en sábanas enredadas. Veinte años de un tiempo dispar nos habían ido pasando sobre los dos y juntando por separado acosos, arribos y derribos de un mundo que se había entretenido únicamente en deglutir nuestra almendra común. La almendra que contuvo nuestros gérmenes fusionados. En aquel tiempo primero había sido todo como el milagro de la concreción. La concreción de la poesía. Hacer existente lo sublime, el sublime encuentro de la pasión. Veinte años después, en una calle de la ciudad histórica nos didirigíamos de frente hacia un encuentro ignorado. Nuestras alarmas interiores saltaron a la vez. Nuestros ojos trataron a la vez de ajustar con finos movimientos el reconocimiento de las formas. El corazón metabolizó la tensión de la sangre al punto de alerta y nuestro cerebro voló presuroso por las enredaderas del tiempo para rescatar todas las sensaciones de los seis únicos meses de nuestra vida que habíamos pasado juntos, fusionados entre la poesía de los rosales en flor.

Era y seguía siendo una mujer inacabable, de lejos y de cerca. Desparramaba formas de un atractivo imperativo que la ropa, como todo lo prohibido, sólo hacía que resaltar. Sin embargo, la veía acercarse con absoluta naturalidad, ni la más mínima afectación. Podía haber sido este un consuelo para que algún hombre que no la conociera como yo pensara que a la postre era humana. Hubiera sido vana satisfacción la de ese ingenuo que desconoce cómo acrecienta el deseo la naturalidad y el abandono de una mujer como Fani. Al andar, las percusiones sobre sus turgencias palpitaban salmodias de ensueño. Venía sola y en ese momento la calle estaba vacía. Eran las cinco de un verano y la ciudad castellana dormía la siesta o vegetaba en el limbo de la historia bajo la sombra de Viriato. Sus ojos grandes, oscuros y rasgados medio velados por los párpados eran el vicio que los patanes creían ver en ella. Eran el mullido dosel de sus dos párpados coronados por la sombra de sus pestañas. Su piel continuaba tan blanca como entonces y no estaba matizada por el paso de los años. Su rostro, de rasgos orientales, había crecido con ella pero mantenía acrecentado el deseo irrefrenable que los hombres sentían al contemplarlo. Su piel elástica, fina, inmaculada era una exhaltación al placer que algunos hombres encontrarían al macularla. Su cuerpo, por fin, seguía siendo como ya entonces, un compendio de todas las atracciones femeninas, un vórtice oscuro que sumía todos los atributos de suerte de las mujeres más bellas. Era Fani y seguía siendo, según se acercaba a mi, una máquina capaz de tragarte entero mientras te diluías entre jugos de placer.

Yo sabía que era todo eso. Incluso podía apreciar que lo era, podía hacer recuento de toda ella y podía ponerme en el lugar de los otros. Pero no podía sentir como los otros. Cuando trataba de sentir por Fani lo que sentían los demás mis actitudes eran impostadas. La descubrí entre juegos habitando yo un mundo riquísimo de imaginación e inteligencia en estado líquido. Y la descubrí entre los rosales del jardín de mi casa, en noches de luna, aromatizados sus recuentos interiores por el perfume de las rosas, rosas, blancas, rojas y de té. Nos descubrimos en simultanáneo y tanto era su apremio como el mío. Un apremio no hecho de sexo y enteramente libre -los ignorantes no saben de estos apremios y creen que son contradicción en sus propios términos-. Era un apremio libre porque lo que nos movía no era la tenaza inevitable del sexo sino descubrirnos, conocer esas dos existencias enfrentadas, desnudarse, abrirse, entrarse. Lamer su jugos, sentir nuestras lenguas. Palparnos por fuera y por dentro en el mar de tinieblas de nuestras vidas. No hablar, sólo voltearnos. Casi ni mirarnos, olernos y chuparnos. Transgredir todo sin transgredirnos a nosotros, ser, en esas horas que vivimos, más libres que en todos los veinte años posteriores, probablemente.

¿Cómo podríamos precisar el tiempo que transcurrió desde que nos intuimos de lejos en la calle hasta que nos cruzamos y nuestros ojos se miraron de frente, un instante?. Imposible, el tiempo es tan elástico como la piel de Fani y ese tiempo que para cualquiera habría sido de unos minutos fue para nosotros un tiempo sin medida que se habría de estancar de forma perenne en nuestra conciencia en los sucesivos años de nuestra vida. Nuestra mirada cruzada sí que fue un instante, un instante disecado por algún taxidermista malandrín de las alturas o de las bajuras, que de todo hay y en todos los lugares habitan. Lo recordaríamos entre risas y con medias palabras entre las sábanas de nuestros rosales, días después. Porque a ese encuentro de azar sucedieron otros azarosos encuentros, más buscados, con calculada determinación.

(...)

TURKANA

miércoles, 24 de septiembre de 2008

MICROCRUENTO


está a punto de soltarse siente un cansancio infinito y ya no le duele el desgarro de los tendones sobre el abismo de rocas y afilados cristales de hielo penden sus piernas buscando inútilmente un asidero en el vacío dos mil metros en caída libre atenazan sus tobillos y estrangulan su columna vertebral ve con ojos de espanto por un instante que es una eternidad el espacio como un embudo inmenso que absorverá su cuerpo cuando vuelan sus pensamientos y el corazón se le colapsa incapaz de mover el pantano de arenas movedizas que es su sangre y la presión en los ojos rompe sus retinas y ya no es más todo que una pared de leche por la que se desliza compactado en dos dimensiones hasta el lecho suave que divide las páginas del libro que un maldito escritor le hizo creer que su existencia pendía de las tres dimensiones

desde la base y recompuesto de su espanto sus pensamientos comienzan de nuevo la existencia que nunca perdió inicia un tiempo de venganza seguro que los abismos insondables del escritor serán letales sin medida mientras él permanecerá agazapado entre las letras de un microcruento

TURKANA

martes, 23 de septiembre de 2008

CANCION DE CUNA


Duerme el niño en su cuna,
sus dos ojos cerrados,
apenas han visto el mundo
y ya miran sueños de luna.

Un dragón de confite
que exhala mermelada y miel,
con sus alas de azúcar
al niño de plumas viste.

Un grillo blanco
con su canto berbiquí
talla de esmeraldas la noche
y al silencio saca brillo de charol.

Vuelan el niño y el dragón,
batiendo plumas de algodón,
plas, plas, los dos a compás,
la noche y la cuna quedan atrás.

Media risa y un punto de marfil
en su boca asoma,
de entre el seto rubio de sus pestañas
salta a mamá su pupila azul.

Cri-cri, sal del sueño mi niño ya,
que mamá un chupe dulce te dará,
te bañará y con algodón te secará
y una canción al plas,plas te va a cantar.

TURKANA

sábado, 20 de septiembre de 2008

CHE, EL ARGENTINO; CHE, LA PELÍCULA


SINOPSIS

En 1952, el general Fulgencio Batista dio un golpe de Estado en Cuba. Un joven abogado, Fidel Castro, incitó a la rebelión, pero no tuvo éxito y fue encarcelado. En 1955, en México, se conocen Castro y el joven revolucinario Ernesto Guevara, rápidamente apodado "Che". El 26 de noviembre de 1956, Fidel Castro, el Che y otros 80 guerrilleros incursionan en Cuba y comienza una guerra de guerrillas, que duraría dos años, hasta los albores de 1959 cuando el gobierno de Batista es derrotado y el Che, un médico idealista, es erigido en comandante del ejército rebelde y héroe revolucionario.

Ficha Técnica

Dirección: Steven Soderbergh
Guión: Peter buchman
Inspirado en "Che : Diario de Bolivia"
Productor: Benicio del Toro

Che: Benicio del Toro
Fidel Castro: Demián Bichir
Camilo Cienfuegos: Santiago Cabrera
Celia Sánchez: Elvira Mínguez
Joaquín: Jorge Perugorría
Raúl Castro: Rodrigo Santoro

Notas de Producción:

Cuarenta años después de su muerte, el Che sigue siendo un importante símbolo por varios motivos -explica la productora Laura Bickford. El Che es una clara imagen del idealismo y la rebelión juvenil, ambos, en mi opinión, valores eternos e internacionales. No estamos interesados en la situación política actual de Cuba. Somos cineastas que realizan una película acerca de un período de tiempo específico, desde el punto de vista del Che.

En un principio, la idea de Steven Soderbergh y sus productores era recoger los acontecimientos que desembocaron en la trágica muerte del Che en Bolivia en 1967. El film se llama Guerrilla y es la segunda parte de la película que ahora se presenta, Che, el argentino.

Hemos hablado con mucha gente a favor y en contra del Che y toda nuestra investigación se refleja en el guión. Es imposible contentar a todos. Es imposible que todos los detalles sean exactos. Hemos pasado tres años investigando lo que más tarde se convertiría en Guerrilla. La idea original era explorar una parte de la vida del Che en gran detalle. Pero descubrimos que viendo sólo Guerrilla, no se podía entender el contexto en el que tomó la decisión de ir a Bolivia. Cuando decidimos añadir las partes de Cuba y Nueva York y empezamos a trabajar en la estructura, la película empezó a crecer y crecer. Entonces nos dimos cuenta de que teníamos que rodar dos películas.

Che, el argentino se rodó principalmente en escenarios naturales -partes rodadas en el parque natural de El Yunque de Puerto Rico- .

La película termina con el triunfo de la revolución militar cubana, con la entrada en La Habana..."Ahora es cuando comienza la revolución cubana", en palabras del propio Che. Será el motivo de la segunda parte.

TURKANA

jueves, 18 de septiembre de 2008

ADAGIO NOCTURNO


Una cabaña construida con troncos de madera. En el Portarró, un puerto de montaña para cabras, aventureros y el viento de la noche que ulula por las quebradas y el angosto desfiladero. Colgada en un camino, no más ancho que ella misma, que asciende por los precipicios hasta las cimas de niebla y nieve. Al otro lado, desplomado desde las alturas, el lago de San Mauricio y, de frente, azotados por el viento inclemente los Encantados, dos gigantes gemelos cristalizados por el aire glaciar.

Sobre la cabaña, el frío y la alta montaña extremos. Bajo ella, la cordillera en descenso hacia los valles donde confluyen torrentes y torrenteras, se tapizan de hierba los prados y se diseminan los pueblos pétreos del Pirineo.

Aislada en medio de la nada, a medio camino de todo, cercada por el viento y la montaña, ceñida por el frío y navegando en la noche infinita está la cabaña. Un mastín enorme acurrucado entre el calor de la leña seca la mira desde fuera. Y desde dentro, abriendo el cuarterón, Margot, al perro y a la pared negra de la noche. Por la luz de un farolillo racheada por el viento navegan sus miradas.

Alexander, con el rostro encendido por las ascuas de la lumbre y el placer reciente que aún le perla la frente, entreabre los ojos y ve a Margot en la ventana. Su cuerpo desnudo, su piel blanca. La delicada curva de su espalda, sus nalgas firmes y sus piernas torneadas. Ve sus tobillos destilados en ternura y el albo perfil del pie como un misterio de la mujer. En ese momento no existe más que esa maravillosa mujer, ella encarna a todas y la existencia se ha comprimido en ese espacio de piel femenina.

Sus ojos de hombre, de animal montaraz, por un momento atisban la vida y adormecen su mirada entre la espesura del pelo negro de Margot.
TURKANA

miércoles, 17 de septiembre de 2008

EL SER CONSTELADO: CAPÍTULO I


También en el siglo XXI estaban orgullosos de su época y es probable que pensasen que el ser humano había ya logrado desentrañar prácticamente todos los misterios, al menos en sus planteamientos generales. Debían pensar, como sin duda han debido pensar en todas las épocas pasadas, que al menos el hombre ya consiguió atisbar los infinitos mundos que se escondían tras los altos muros de la barbarie y la superstición de los primeros tiempos de la humanidad y que a partir de ese momento sólo restaba formularles diferentes formas en todas las ciencias para que fueran cayendo uno tras otro. Al fin el ser humano se vería libre de las ataduras con las que la naturaleza y el caos social ceñían su libertad. Claro, que también en ese siglo pretérito eran conocedores y experimentaban en propia carne una comezón persistente, un desasosiego por todo lo que aún les faltaba por andar en ese camino de progreso indefinido. Pero como fuera y pese a todos los escepticismos que caracterizaron al hombre de los siglos XX y XXI tenían plena conciencia de que nunca antes el hombre había experimentado unos cambios tran drásticos, en ningún tiempo anterior la historia de este homínido había dado un vuelco tan espectacular. La biología, la física, la tecnología y las ciencias informáticas le catapultaron a las más altas cuotas del conocimientos.

Nosotros somos tributarios de aquella época y hoy pocos saben que a la vez, esos siglos de esplendor, lo eran del que entonces llamaban Renacimiento y de algo, no podría precisar más sin que me tilden de artificiero del sentimiento colectivo, que parece ser existió y que fue el comienzo de todo, al menos de todo lo importante científicamente. Y parece ser, y ahora sí que bordeo la imaginación, que era algo que se denominaba Grecia.

¿A quién le puede importar todo eso, todas esas historias tan pasadas de un mundo cerrado sobre sí mismo y circunscrito al reducido peñasco del planeta Tierra? Somos muy pocos en todo el Sistema Constelado los que nos dedicamos a desentrañas la historia del tiempo pasado. Sin embargo es casi tan difícil escudriñar lo acontecido como imaginar el futuro. A medida que el tiempo transcurre y se aleja de lo que hasta hace poco considerabamos nuestro presente la labor de recrear esa historia se hace más y más penosa. Era un tiempo aquél que fluía como apelmazado de toda suerte de sustancias tóxicas y membranas adventicias, más densas cuanto más lejanas. Y moverse en esos confines es como debio ser la destreza a ciegas del cirujano que si apenas podía confiar en su intuición y alguna de la primitiva tecnología por luz. Hoy el tiempo no es más que un problema parcial y pronto dejará de serlo definitivamente.

Los constelados hemos conseguido relentizar el tiempo hasta casi detenerlo pero pronto encontraremos la causa que aún lo hace escurridizo y lo paralizaremos para siempre. El constelado no dependerá de la mayor de las causas de la esclavitud de los denominados seres humanos. Por supuesto que hemos arramblado con la humanidad, en sus últimos tiempos cada vez más lisiada y avocada a su propio fin. Pero fue un fin natural, una metamorfosis de la que emergió triunfante la crisálida del ser constelado. Y no queda en nosotros más de la humanidad que debió quedar en el hombre de los siglos XX y XXI del neandertal, ese animal precursor. Aunque he de decir que precisamente mi ocupación de investigación pretérita es vista como un reducto, una especie de muñón fantasma de la antigua humanidad. Sin embargo, la memoria que hoy es lenta y cada vez nos será menos importante y dejará de serlo en absoluto cuando el paso del tiempo hoy residual se detenga para siempre, esa memoria todavía reclama estratificar el pasado. Por supuesto será una labor para entonces inútil, para cuando el tiempo se detenga, pues en ese momento sabremos todo del pasado, lo que en los siglos XX y XXI llamaban la historia y la intrahistoria. Todo lo sabremos, todo y todos los detalles. Sabremos la vida y los momentos de esa vida de todos y cada uno de los soldados y generales que intervinieron en esa terrible segunda guerra mundial, sabremos la historia y conoceremos cómo era el cielo aquella tarde que Fidel Castro miraba las olas del tempestuoso mar atlántico mientras declinaba el sol. Sabremos cada una de las fibras de pensamiento que esa tarde, a esa horas pasaba por la mente de Fidel Castro. Nadie sabe hoy quién fue Fidel Castro. Es casi una exhibición imperdonable de intelectualismo extremo el que me atreva a plasmar como pensamiento constelado la existencia de este hombre. Pero existió, lo descubrí por casualidad en mi análisis del tiempo humano. Hoy ese hombre no es más que una concreción calcárea en los estratos de la historia pretérita, unido a muchas otras concreciones en diferentes estados cristalinos, algunos. Es un fósil lleno de trazas para quien quiera verlas aunque el esfuerzo es casi vano, lo sé. Dentro de muy poco ese fósil se nos desvelará uno y sumo, aislado de toda ganga y a la vez unido a todos los vínculos personales, las luces que vio y las atmósferas en que respiró. Cuando llegue el tiempo de la decantación así será para todo. Yo recuperaré a mi padre que murió hace poco y hace mucho. Espero que no me tenga que recuperar dentro de poco y dentro de mucho mi hija que cree en el extremo de la constelación mediante las esferas purpuradas de las maravillosas constelatas que por allí abundan y que tanto parecen gustar de nosotros, los constelatos.

Esta es una de las diferencias esenciales entre las naturalezas de los hombres y los constelados, la de la creación de sí mismos. Entonces, en aquellos siglos oscuros y de progreso a la vez, la creación de la humanidad no se había liberado de la biología y de lo que un individuo de dudosa reputación frente a otros de aún más dudosa fama llamados creacionistas, habitantes propios del imperio final de la humanidad, también llamado Norte y América, habían determinado como el sistema de procreación humana. Algo de eso había pero jústamente lo que había es lo que acabó con la humanidad. Y gracias a ese declive, en gran parte, pudo emerger el Ser Constelado. Nosotros, los constelados.

TURKANA

Dedicado a Ive, por su amor a la ciencia-ficción.