miércoles, 17 de septiembre de 2008

EL SER CONSTELADO: CAPÍTULO I


También en el siglo XXI estaban orgullosos de su época y es probable que pensasen que el ser humano había ya logrado desentrañar prácticamente todos los misterios, al menos en sus planteamientos generales. Debían pensar, como sin duda han debido pensar en todas las épocas pasadas, que al menos el hombre ya consiguió atisbar los infinitos mundos que se escondían tras los altos muros de la barbarie y la superstición de los primeros tiempos de la humanidad y que a partir de ese momento sólo restaba formularles diferentes formas en todas las ciencias para que fueran cayendo uno tras otro. Al fin el ser humano se vería libre de las ataduras con las que la naturaleza y el caos social ceñían su libertad. Claro, que también en ese siglo pretérito eran conocedores y experimentaban en propia carne una comezón persistente, un desasosiego por todo lo que aún les faltaba por andar en ese camino de progreso indefinido. Pero como fuera y pese a todos los escepticismos que caracterizaron al hombre de los siglos XX y XXI tenían plena conciencia de que nunca antes el hombre había experimentado unos cambios tran drásticos, en ningún tiempo anterior la historia de este homínido había dado un vuelco tan espectacular. La biología, la física, la tecnología y las ciencias informáticas le catapultaron a las más altas cuotas del conocimientos.

Nosotros somos tributarios de aquella época y hoy pocos saben que a la vez, esos siglos de esplendor, lo eran del que entonces llamaban Renacimiento y de algo, no podría precisar más sin que me tilden de artificiero del sentimiento colectivo, que parece ser existió y que fue el comienzo de todo, al menos de todo lo importante científicamente. Y parece ser, y ahora sí que bordeo la imaginación, que era algo que se denominaba Grecia.

¿A quién le puede importar todo eso, todas esas historias tan pasadas de un mundo cerrado sobre sí mismo y circunscrito al reducido peñasco del planeta Tierra? Somos muy pocos en todo el Sistema Constelado los que nos dedicamos a desentrañas la historia del tiempo pasado. Sin embargo es casi tan difícil escudriñar lo acontecido como imaginar el futuro. A medida que el tiempo transcurre y se aleja de lo que hasta hace poco considerabamos nuestro presente la labor de recrear esa historia se hace más y más penosa. Era un tiempo aquél que fluía como apelmazado de toda suerte de sustancias tóxicas y membranas adventicias, más densas cuanto más lejanas. Y moverse en esos confines es como debio ser la destreza a ciegas del cirujano que si apenas podía confiar en su intuición y alguna de la primitiva tecnología por luz. Hoy el tiempo no es más que un problema parcial y pronto dejará de serlo definitivamente.

Los constelados hemos conseguido relentizar el tiempo hasta casi detenerlo pero pronto encontraremos la causa que aún lo hace escurridizo y lo paralizaremos para siempre. El constelado no dependerá de la mayor de las causas de la esclavitud de los denominados seres humanos. Por supuesto que hemos arramblado con la humanidad, en sus últimos tiempos cada vez más lisiada y avocada a su propio fin. Pero fue un fin natural, una metamorfosis de la que emergió triunfante la crisálida del ser constelado. Y no queda en nosotros más de la humanidad que debió quedar en el hombre de los siglos XX y XXI del neandertal, ese animal precursor. Aunque he de decir que precisamente mi ocupación de investigación pretérita es vista como un reducto, una especie de muñón fantasma de la antigua humanidad. Sin embargo, la memoria que hoy es lenta y cada vez nos será menos importante y dejará de serlo en absoluto cuando el paso del tiempo hoy residual se detenga para siempre, esa memoria todavía reclama estratificar el pasado. Por supuesto será una labor para entonces inútil, para cuando el tiempo se detenga, pues en ese momento sabremos todo del pasado, lo que en los siglos XX y XXI llamaban la historia y la intrahistoria. Todo lo sabremos, todo y todos los detalles. Sabremos la vida y los momentos de esa vida de todos y cada uno de los soldados y generales que intervinieron en esa terrible segunda guerra mundial, sabremos la historia y conoceremos cómo era el cielo aquella tarde que Fidel Castro miraba las olas del tempestuoso mar atlántico mientras declinaba el sol. Sabremos cada una de las fibras de pensamiento que esa tarde, a esa horas pasaba por la mente de Fidel Castro. Nadie sabe hoy quién fue Fidel Castro. Es casi una exhibición imperdonable de intelectualismo extremo el que me atreva a plasmar como pensamiento constelado la existencia de este hombre. Pero existió, lo descubrí por casualidad en mi análisis del tiempo humano. Hoy ese hombre no es más que una concreción calcárea en los estratos de la historia pretérita, unido a muchas otras concreciones en diferentes estados cristalinos, algunos. Es un fósil lleno de trazas para quien quiera verlas aunque el esfuerzo es casi vano, lo sé. Dentro de muy poco ese fósil se nos desvelará uno y sumo, aislado de toda ganga y a la vez unido a todos los vínculos personales, las luces que vio y las atmósferas en que respiró. Cuando llegue el tiempo de la decantación así será para todo. Yo recuperaré a mi padre que murió hace poco y hace mucho. Espero que no me tenga que recuperar dentro de poco y dentro de mucho mi hija que cree en el extremo de la constelación mediante las esferas purpuradas de las maravillosas constelatas que por allí abundan y que tanto parecen gustar de nosotros, los constelatos.

Esta es una de las diferencias esenciales entre las naturalezas de los hombres y los constelados, la de la creación de sí mismos. Entonces, en aquellos siglos oscuros y de progreso a la vez, la creación de la humanidad no se había liberado de la biología y de lo que un individuo de dudosa reputación frente a otros de aún más dudosa fama llamados creacionistas, habitantes propios del imperio final de la humanidad, también llamado Norte y América, habían determinado como el sistema de procreación humana. Algo de eso había pero jústamente lo que había es lo que acabó con la humanidad. Y gracias a ese declive, en gran parte, pudo emerger el Ser Constelado. Nosotros, los constelados.

TURKANA

Dedicado a Ive, por su amor a la ciencia-ficción.

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