sábado, 7 de junio de 2008

RYSZARD KAPUSCINSKI: LA PERFECCIÓN DOCUMENTAL


No deja de ser Jerjes una figura enigmática. Aunque durante un tiempo gobierna el mundo (casi todo él, con la excepción de dos ciudades: Atenas y Esparta, cosa que le quita el sueño), sabemos bien poco de él. Sube al trono a la edad de treinta y dos años. Ansía el poder absoluto, sobre todos y sobre todo (me viene a la memoria el título de un reportaje del nombre de cuyo autor lamentablemente no me acuerdo: "Mamá, ¿llegará el día en que lo tengamos todo?"). He ahí, precisamente, el motor de su vida: el deseo de tenerlo todo. (...)

De manera que Jerjes, actuando de acuerdo con lo que le dicta la voz del destino, va a la guerra. Sabe lo que constituye su fuerza más poderosa, que a la vez es la fuerza de Oriente, de Asia: el número de sus hombres, esa incalculable marea humana que con su solo peso e ímpetu apabullará y aplastará al enemigo. (...)

Primero, durante cuatro años, se dedica a formar su ejército, el ejército del mundo, en cuyas filas entrarán, sin excepción, todos los pueblos, tribus y clanes del imperio. Su mera enumeración ocupa a nuestro griego [Heródoto] varias páginas. Según cálculos, el ejército en cuestión -infantería, caballería y tripulación de navíos- contaba con más de cinco millones de hombres. Exageraba. Aun así, era un ejército enorme. ¿Cómo aprovisionarlo de agua y comida? Entre hombres y animales, aquella mole en movimiento se bebía ríos enteros, dejando tras de sí cauces vacíos. alguien notó que Jerjes, felizmente, comía una vez al día. Si el rey y tras él todo su ejército hubieran comido dos veces al día, habrían convertido en desierto toda Tracia, toda Macedonia y toda Grecia, y todos los habitantes de esas tierras habrían muerto de inanición.

A Heródoto le fascina el avance de este ejército, le fascina ese mareante flujo de hombres, animales y pertrechos, ese caudaloso río de armas y ropajes -pues cada pueblo tiene sus propias vestimentas-: el abigarrado colorido de todo ese gentío no es fácil de describir. Abren la columna dos carros: el sagrado carro de Ahuramazda, tirado de ocho blancos caballos, en pos de los cuales venía a pie el cochero con las riendas en la mano, pues ningún hombre mortal puede subir sobre aquel trono sacro. Tras él venía el mismo Jerjes, sentado en su carroza tirada de caballos "neseos"...A sus espaldas marchaban mil lanceros, luego otro escuadrón de caballería selecta y, detrás, un cuerpo de la mejor infantería, que constaba de diez mil "inmortales". Estos refulgían de tanto oro como llevaban. Tenían, asimismo carros especiales en los que iban sus cortesanas y sus sirvientes, numerosos y hermosamente ataviados. Tras ellos caminan, formando ya un desordenado tropel, ingentes masas de soldados de todas las razas y tribus. (...) Heródoto apunta que "era necesario el uso del látigo para apremiar a un ejército que avanzaba en silencio y a duras penas"

Sigue con suma atención el comportamiento del rey de los persas. Jerjes tiene una naturaleza impredecible, desequilibrada; asombroso manojo de contradicciones, recuerda a Stavroguin, el "demonio" dostoievskiano. (...)

"Fuese Jerjes a pasear entre los muertos, y allí dio orden de que, cortada la cabeza de Leónidas, fuera clavada a un palo".

Ryszard Kapuscinski
Viajes con Heródoto


Si reflexionamos sobre dónde se encuentra el secreto del gran placer que supone leer a Kapuscinski encontraremos muchos y diversos motivos que contribuyen a ello. Todos son motivos explícitos: escribe bien, perfectamente documentado, narra los hechos desde el presente, geográfico o ideográfico, tiene gran curiosidad y escudriña la realidad. Además, interviene lo justo sin escurrir el bulto y, en muchas ocasiones, los temas que elige o tuvieron una gran importancia histórica o bien vivimos las consecuencias; es decir, narra acontecimientos clásicos y, por ende, plenamente vigentes en cualquier tiempo, pues de las cosas del corazón de los hombres y de sus trabajos se trata.

Si somos algo más inquisitivos y no nos conformamos con las apariencias y arañamos con tiempo y tesón el pan de oro con que recubre sus historias, y podemos hacer esto porque al leerlo sentimos que él y los personajes vivos, muertos y ficticios con quienes interactúa se nos representan con una definición casí holográfica, entonces llegaremos a descubrir varias segundas razones de su extraordinaria forma de escribir.

La definición que podría sintetizar la grata sorpresa que nos depara su lectura se puede parecer a esta: tiene la mirada limpia de un niño desde el cerebro de un hombre inteligente.

La mirada limpia de un niño presupone perspectivas sin prejuicios, llenas de sorpresas y sorpresas para todo. Todo es importante y del detalle hace relevante el gran acontecimiento. La intrahistoria y la historia, propiamente dichas, caminan de la mano.

La mirada limpia de un niño presupone asunción de realidades culturales distintas, y aun muy distintas. Asunción que no aceptación. Porque la aceptación, como la tolerancia, implican una cierta condescendencia con el "otro" desde posiciones de enfrentamiento.

El niño mira apasionadamente y se implica. Implica su naturaleza fundiéndose con lo que le apasiona. Juega, le da vueltas, pregunta y habla; pero sobre todo, escucha. Escucha y piensa, porque trata de aprender.

Kapuscinski, supera el reportaje periodístico, culmina el documental y bordea la literatura con su estilo sereno, limpio e inquisitivo. Kapuscinski, es kapuscinski.

TURKANA

No hay comentarios: