Desde Caputh (Potsdam), Albert Einstein escribió a Freud el 30 de julio de 1932, un año antes de que el nazismo tomase el poder en Alemania. La elección del corresponsal fue decisión suya, al igual que el motivo central de la correspondencia: arrojar luz sobre la manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra[1]. Freud contestó desde Viena apenas un mes más tarde, septiembre de 1932, señalando que cuando se enteró de que Einstein se proponía invitarle a un intercambio de ideas sobre un tema que le interesaba y que le parecía digno del interés de los demás, lo aceptó de muy buen grado, sin vacilación.
El viejo topo
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