Las enramadas de los tilonorrincos o pájaros jardineros son las estructuras más elaboradas construidas y decoradas por cualquier especie animal que no sea la humana. Si no hubiera oído hablar de las enramadas, habría tomado la primera que vi por una creación humana, tal como lo hicieron los exploradores decimonónicos de Nueva Guinea. Había salido a pasear una mañana, dejando atrás el pueblo de Nueva Guinea donde me alojaba, un lugar de cabañas circulares, con cuidados macizos de flores, donde la gente se adornaba con cuentas y los niños llevaban arcos y flechas en miniatura a imagen y semajanza de los de sus padres, de pronto, en medio de la selva, me topé con una cabaña circular primorosamente trenzada, de dos metros y medio de diámetro y algo más de un metro de alto, con una entrada lo bastante grande como para dejar paso a un niño, que podría sentarse en su interior. El musgo alfombraba el espacio situado delante de la cabaña que, libre de malas hierbas y desechos, estaba ocupado por cientos de objetos naturales de diversos colores, colocados allí con la obvia intención de decorar. Los adornos consistían principalmente en flores, frutos y hojas, aunque también había algunas alas de mariposa y varios hongos, los habían agrupado por colores y, por ejemplo, junto a un grupo de frutos rojos había otro de hojas rojas. El adorno de mayor tamaño era un elevado montón de hongos negros situado frente a la entrada, que hacía juego con otro montón de hongos naranjas situado unos metros más allá. Todos los objetos azules estaban dentro de la cabaña, los rojos fuera, mientras que los amarillos, morados, negros y algunos verdes ocupaban diferentes lugares.
Aquella cabaña no era el territorio de juego de un grupo de niños, sino que había sido construida y decorada por un ave del tamaño de una cotorra y aspecto nada singular llamada tilonorrinco o jardinero, un miembro de una familia de dieciocho especies que habitan exclusivamente en Nueva Guinea y Australia. Son las aves machos las que levantan las enramadas con el único propósito de seducir a las hembras, quienes luego asumen en exclusiva la responsabilidad de construir el nido y criar a los polluelos. Los machos son polígamos, intentan aparearse con tantas hembras como puedan y no las ayudan con ninguna otra aportación que no sea el esperma. Las hembras, por lo general en grupo, recorren su territorio inspeccionando las enramadas para seleccionar aquella en la que desean aparearse. Escenas similares se desarrollan todas las noches en Sunset Strip, a unos kilómetros de Los Ángeles, donde resido.
Las hembras eligen a su compañero sexual por la calidad de la enramada que construye, por el número de adornos y su adecuación a las reglas locales, las cuales varían entre las distintas especies y poblaciones de jardineros. Algunas poblaciones prefieren los adornos azules, otras los rojos, verdes o grises, mientras que algunas construyen dos torres, un corredor entre dos paredes y una caja de cuatro paredes en lugar de una enramada. Entre algunas poblaciones de jardineros es costumbre pintar las enramadas con hojas machacadas o con grasas que ellos mismos segregan. La determinación genética no parece ser la causa de estas diferencias locales; los jardineros tardan muchos años en llegar a la edad adulta, y durante ese período tienen tiempo para aprender observando a sus mayores. Los machos aprenden la manera correcta de decorar sus creaciones de acuerdo con las costumbres locales, y las hembras aprenden esas mismas normas con objeto de elegir a un macho.
En un principio, este sistema puede parecer absurdo. Al fin y al cabo, tan sólo se trata de que la hembra escoja a un buen compañero, y la ganadora de este concurso evolutivo es la hembra que escoge al macho que le permite procrear más hijos vivos. ¿Qué sentido tiene que elija al macho que ha adornado su enramada con los frutos azules más vistosos?
Todos los animales, incluidos los humanos, se enfrentan a problemas análogos a la hora de seleccionar a la pareja. Pensemos en aquellas especies (incluidas la mayoría de las aves canoras de Europa y Norteamérica) en las que los machos se adueñan de territorios exclusivos que compartirán con su pareja; en cada territorio hay un lugar que servirá de emplazamiento del nido y recursos alimenticios para que la hembra pueda criar a sus polluelos. En consecuencia, una de las tareas de las hembras es evaluar la calidad de los territorios de cada macho. Imaginemos, asimismo, el caso de una especie en la que el macho colabora con la hembra en la crianza y protección de las crías y donde machos y hembras cooperan en la caza; en tales circunstancias, la hembra y el macho deben evaluar sus habilidades para la crianza y la caza, así como la calidad de su relación. Si todos estos factores son difíciles de valorar, cuánto más complicada no será la elección de pareja cuando ésta sólo aporta su esperma y su material genético a una relación, como en el caso de los jardineros machos. ¿Cómo puede evaluarse el material genético de la futura pareja? ¿Qué tienen que ver los frutos azules con la calidad de los genes?
Los animales no disponen del tiempo necesario para procrear con todas sus posibles parejas y comparar los resultados (el número de crías supervivientes) y, por ello, deben confiar en las señales de cortejo, como los cantos y las demostraciones de habilidad rituales. En la actualidad, los estudiosos de la conducta animal mantienen un caldeado debate sobre la posibilidad de que esas señales externas funcionen a modo de indicadores indirectos de la calidad de los genes. La complejidad del problema se hace patente si pensamos en nuestras propias dificultades a la hora de seleccionar pareja y evaluar la riqueza, la capacidad para la paternidad y la calidad del material genético de nuestros posibles compañeros.
A la luz de estos hechos intentaremos dilucidar qué significa que una jardfinera encuentre a un macho que ha erigido una buena enramada. çEn primer lugar, la hembra sabrá que el macho es fuerte, puesto que ha construido una enramada cientos de veces más pesada que su propio cuerpo y ha trasladado desde muchos metros de distancia adornos que pesan tanto como la mitad de su cuerpo. Asimismo, la enramada indica a la hembra que el macho posee las habilidades necesarias para trenzar cientos de palos para formar un cobertizo, una torre o un par de paredes. Para llevar a la práctica correctamente el complejo proyecto de construcción, el macho debe ser inteligente; debe, asimismo, tener buena vista y buena memoria para buscar en la selva los cientos de adornos requeridos. Por otro lado, el hecho de qu haya sobrevivido los años necesarios para perfeccionar estas habilidades indica que el macho sabe enfrentarse a la vida. Por último, el macho que consiga llevar a buen término su proyecto debe ser un individuo dominante, ya que todos los machos consagran gran parte de su tiempo libre a estropear las obras de los otros y a robarles los materiales.
Así pues, la construcción de enramadas resulta ser una buena prueba global de la calidad de los genes del macho. Es como si una mujer sometiera a sus pretendientes a una serie de pruebas; levantamiento de pesos, costura, musculatura, pruebas de visión y concurso de boxeo, y finalmente se acostara con el vencedor. Si nos comparamos con los jardineros, nuestros esfuerzos para identificar a una pareja bien dotada genéticamente resultan patéticos. Los humanos nos fijamos en trivialidades externas como las facciones y la longitud de los lóbulos de las orejas, el atractivo sexual y la calidad del coche que se posee, es decir, en rasgos que no nos dicen nada de la calidad del material genético. Pensemos en cuántos sufrimientos emanan del triste descubrimiento de que las mujeres hermosas y atractivas y los hombres apuestos y con coches deslumbrantes son inútiles en los demás aspectos. No es de sorprender que el destino de tantos matrimonios sea el divorcio, puesto que una y otra vez se descubre demasiado tarde que se ha hecho una elección errónea basándose en criterios inconsistentes.
Jared Diamon
"El tercer chimpancé"
TURKANA
2 comentarios:
Maravillosa clase de conducta de cortejo, poética metáfora, gracias, reverencia.
Por favor permítame alguna vez mostrarle el traje TextilTerapéutico (azul) titulado "Tilonorrinco: no basta el ultramar".
Su post ha quedado anidado en una madriguera de conejo dentro de este laberinto:
http://diariodelultimotiempo.blogspot.com/2012/12/3-ave-maravillosa.html
Bienvenido.
Querido Ulises, nuevamente llego a este nido y lo anclo en el mío, han vuelto a salir los tilonorrincos en sus gazebos amorosos. Con foto del TextilTerapéutico que le mencioné anteriormente.
Gracias de nuevo.
http://diariodelultimotiempo.blogspot.com/2013/05/8-de-mayo-siguiendo-con-el-tema.html
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