Brotan las flores del almendro
en los tibios rescoldos de febrero
sobre el campo indeciso de brumas,
pasados los rigores del invierno.
Tus ojos sueñan melancolía
y en tu piel la ausencia del amado sientes...
su voz, su risa y el azúcar de sus dientes.
Ríes breve, recordando Fantasía.
Un juego infinito de abrazos,
entre las sábanas y ventanales abiertos,
imaginas en un suspiro que es sollozo,
naufraga de tus sentidos estridentes:
a la felpa mullida de su pecho,
sus ojos de otoño avellana,
arrollo sedoso su pelo,
piel morena de sus piernas
que te cercan y te aprietan,
que te trenzan y diluyen
en un proceloso mar
de muertes y resurrecciones,
blasfemias y bendiciones...
germinada en los humedales
de tu esencia de mujer.
Tiemblan gotitas de rocío en tus ojos
mientras conjuras con la lima de uñas
todos tus antojos,
removida por dentro
en el niño que de él esperas.
En el campo, una constelación blanca de flores
promete, a la luz y a la vida,
sobre las amapolas de rojos bermellones,
la dicha de la primavera renacida.
TURKANA
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