jueves, 19 de julio de 2012

CRISIS Y ESTAFA POLÍTICA



Ciertamente vivimos en democracia, una democracia maltratada, pero presente, si llegara a desaparecer la crueldad de la diferencia nos haría apreciar su forma actual, sin embargo ferozmente equívoca. Pues, sin destruir la atmósfera, las estructuras y ni siquiera las libertades democráticas, a las que se acomoda se ha instaurado una extraña dictadura que no puede ser perturbada por estas libertades, hasta tal punto se ha afirmado su poderío, hasta tal punto mantiene su ascendiente sobre todos los factores necesarios para el ejercicio de su soberanía, hasta tal punto puede prescindir cada vez más del conjunto de la humanidad y hasta tal punto está en ruptura con la sociedad. Hasta tal punto sus prioridades marcan la ley.

Una dictadura sin dictador, que se ha insinuado sin enfrentarse a ningún país concreto. Una ideología del beneficio que se ha impuesto sin pretender otro objetivo que la omnipotencia de un ilimitado poderío financiero que no aspira a hacerse con el poder sino a tener cualquier tipo de poder sobre aquellos que lo ostentan, aboliendo su autonomía. Si estos últimos continúan tomando las decisiones, si conservan la gestión de los mismas, es en función y a merced de un terrorismo financiero que las deja sin libertad ni opción. La clase política está en este sentido estrangulada, ahora bien, esta clase política es esencial con la condición de que sea dirigida por una opinión pública que hoy, tomada a bote pronto, apenas se hace escuchar, pero no por ello deja de pensar. Existe una conciencia pública internacional, "mundializada", de mayoría antiliberal, pero que todavía no ha tomado conciencia de hasta qué punto está extendida, y menos aún cuando una de las tretas del sistema consiste en convencer a la cada refractario al pensamiento único de que está aíslado, sin duda delira y ciertamente es grotesco. "Irrealista" también, pues considera "realista" la idea incongruente de que, después de todo, el planeta está habitado por una humanidad histórica viva a la que habrá que tener en cuenta de manera prioritaria. ¡"Arcaica", por añadidura, porque es reacia a una "modernidad" que consiste en retroceder al siglo XIX! Sin embargo, esta opinión pública comienza a destaparse, pues se adivina numerosa y a escala internacional; está dispu8esta a asumir su papel. Ella es la única que puede permitir que la clase política recobre el suyo. Y alquellos que en su seno lo deseen se liberen del club ultraliberal.

Para que llegue el reinado de este club, no ha hecho falta ningún complot, sino, mucho más grave y eficaz, una política que haciendo el juego al poder financiero se beneficia de él y puede gracias a él controlar los pocos puntos neurálgicos que regulan el conjunto. Se engrana la maquinaria y se pone en marcha entonces el encadenamiento de las lógicas de un sistema ideológico en circuito cerrado; éstas permiten considerar a partir de axiomas que las actividades predatorias y las desregulaciones operadas por este sistema son hechos ejemplares que entran rápidamente en las costumbres y son considerados dictados. Sin que sea necesario un complot, todo el espectro político se encuentra mecánicamente encadenado a esta red de hechos cada vez más inextricables, todos ellos al servicio del beneficio privado y de aquello que lo impone. Paralelamente se va reduciendo, antes de desaparecer, el espacio dejado a la más mínima propuesta que permitiría poner en cuestión este sistema y hacer valer -o al menos recordar- que existen otras o que podrían existir otras.

"Una extraña dictadura"
Viviane Forrester




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