La sombra del ciprés es alargada y no cobija a diferencia de la sobra redonda y acogedora del pino. Alfredo, el amigo de Pedro, el protagonista, nunca quiso que le enterrasen a la sombra del ciprés, un árbol recogido sobre sí mismo que no alberga y no exala el dulce aroma de la resina ni el penetrante olor a madera y tierra mojada de las piñas. El ciprés un árbol de navidad invertido, tétrico, con esas diminutas calaveras colgadas que parecen sus frutos.
Una novela de vidas interiores, la de Pedro, Alfredo, Don Mateo Lesmes, Doña Gregoria, Martina. Don Mateo, maestro y tutor. Doña Gregoria, su mujer y Martina, la hija. Vidas interiores amuralladas como la ciudad en la que viven, Ávila. Una ciudad fría, congelada en la historia, cerrada sobre sí misma, cuya esencia es su inmutabilidad.
La novela está dividida en dos partes, Ávila y Barcelona. Aquella es la permanencia y ésta es el cambio, la puerta al futuro. El futuro no tiene porqué ser mejor, aunque será el futuro quien abra las puertas al amor. El amor sensual de unos brazos torneados de mujer. Una mujer católica, como Pedro, ya en su madurez, va a descubrir el amor sensual y el cariño condensados en el matrimonio. Un amor efímero, como la vida, como la felicidad.
No hay concesiones, la felicidad no se mantiene, sólo el dolor, la pérdida y las renuncias son constantes en la novela.
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