sábado, 9 de mayo de 2009

DOS GARDENIAS


La noche es proclive a las confidencias, pocas palabras y muchas miradas enamoradas. La música de un bolero ondula, se derrama por la ventana y se hilvana entre las flores lobuladas del flamboyan. Colores naranja de mandarinas ideales y pétalos encendidos de rojo pasión tiemblan un momento por una brisa transparente surgida de un océano más antiguo que la vida. Un olor denso de trópico orgánico se pega a la piel y los tegumentos. La noche tropical respira como si fuera un inmenso animal en el momento justo de su procreación. No existe distancia infinita entre las estrellas y el mar oscuro. Los reflejos fragmentarios sobre las olas de la noche encendida de puntitos parpadeantes son las mismas estrellas. Nadan las estrellas en el abismal cuerpo de agua oscura que respira como la noche. Susurra la marea, dócil y cariñosa, en la arena de las playas con la cadencia del bolero.

Miradas entregadas, labios entreabiertos y sesgos de colores entre la menta y el cuchillo de los cristales. Ron, Sombra y luz, en un juego de océano y cielo, de agua y noche. El alma embalsada en los manglares de la melancolía. Y la piel tibia y abierta a la noche del trópico. Cinco dedos son diez, diez son veinte. Veinte bocas sedientas de sudores y flujos entre las flores naranjas y rojas del malinche. Una derrama en torrente de anhelos compartidos segregada por el tamarindo y el denso esperma vegetal de las magnolias. Palabras. Palabras a medias. Palabras no pronunciadas, palabras no pensadas. Palabras, palabras olvidadas antes de ser pronunciadas, olvidadas antes de ser pensadas. Pensamientos informulables, sentimientos. La música del corazón. Dos cerebros fosforescentes se encienden, éfimeros, en la noche densa. La brisa del océano, el suave viento de la noche del trópico aviva el fuego que crepita. En la noche tropical todo es rápido, la descomposición y la combustión. Palabras. Palabras encendidas, palabras a medias, palabras consentidas. Susurros, suaves besos y el bolero sigue hilvanando su música entre las flores sutiles y presumidas lamiendo como lenguas las henchidas ramas de la ceiba, otro cuerpo mitológico inflamado de trópico.

Bajo telas suaves dos pieles se buscan, como el mar y la noche, como dos lenguas parturientas de amor y deseo. Se buscan, huelen y palpan entre las sombras, y ¿para qué la luz?. La noche es infinita, como el bolero. Infinita, como las estrellas clavadas en el cielo. Como el océano que va y viene, y no pasa el tiempo. Solos tú y yo, prendidos en la noche bajo las estrellas.

TURKANA

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