miércoles, 11 de junio de 2008

TIBURCIO FUENTES ESCALANTE


El sabía que ese día no iba a ser como todos. También sabía que la vida sería el último día que le restaría. Tiburcio Fuentes Escalante, funcionario público de la Seguridad Social, INSERSO, organismo autónomo, estaba acostumbrado por su trabajo a contemplar los efectos devastadores del tiempo en los seres humanos. Mas bien en lo que la vida restaba de humanos a los seres viejos y decrépitos que cada día desfilaban por su mesa. Por otra parte conllevaba su nombre ya con el olvido propio de los años que todo lo repiten y desgastan.

Muy de niño, Pituco para acá, Pituco para allá, correspondía con gracias, que le eran propias y al decir de la familia señales claras de su viveza y chispa especiales, a la musicalidad de esa sincopada palabra. Quizá sean los otros los que nos hagan cuestionar las cosas, quizá si no fuera por ellos seguiríamos viviendo en una especie de limbo infantil y perpetuo tomándonos y disfrutándonos la vida según nos viene.

Pero pronto -parece un lapso demasiado efímero el tiempo pasado contemplado desde el presente-, alcanzada esa edad en que los quebrantos y alegrías entran en nuestros sentidos desde las palabras y los gestos de los demás, se fue reconociendo en el juego de espejos cóncavos y convexos al vaivén azaroso de los reflejos.

La escuela con sus grandes descubrimientos también le trajo el nombre entero y redondo de Tiburcio envuelto en papel de broma, fuera desde la risa sarcástica de un profesor sin alma o desde la repetición diapasónica del griterío de los compañeros en el patio. Así que Tiburcio, para más detalles Fuentes Escalante, se dio en pensar que el era y estaba, en plazo y tiempo señalados, predestinado. Un predestinado a todos los efectos.

Claro que en esa génesis ni conocía el término ni lo que él significa. Aunque las ideas son previas a su nomenclatura de igual manera que las intuiciones lo son a las ideas. El niño Tiburcio tenía ráfagas de intuiciones que andando el tiempo se convertirían en intuiciones reelaboradas día a día para que el día que el sabía que no sería como todos pudiera, al fin, formularse para sí una idea casi clara de que el plazo de tiempo en el que el era y estaba predestinado estaba a punto de vencer.

Se ha despertado como todos los demás días, con la sensación vaga de haber soñado pero no recuerda ninguna imagen. Se siente descansado aunque percibe su cuerpo acorchado y el cerebro duro como una piedra. Conoce desde hace mucho ese estado intermedio, desde el sueño a la vigilia, en el que le sería muy fácil volverse a dormir y no tanto despertar. Despacio, la piedra pómez de su cuerpo recobra la energía en forma de calor necesario para que sus miembros tiren de él hacia los pasos intermedios con el objetivo puesto en su Organismo Autónomo que le espera puntual a las ocho en forma de ficha digital. Es un objetivo suficiente y necesarios son los pasos previos, como abrir los ojos y mirar, sin ver, la luz de la cocina donde su mujer prepara el desayuno de ambos.

-Tibu, el café.
...

TURKANA

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