lunes, 21 de diciembre de 2009

CÁNCER (I)


PRÓLOGO

El cáncer es uno de esos rompecabezas que siempre nos invitan a su resolución, pero que se muestran esquivos, beligerantes, indescifrables. Sin embargo, hoy, disponemos ya de una explicación plausible y coherente de esta caprichosa enfermedad. Iniciamos una narración de historia, de geografía, de trucos moleculares, de debilidades humanas, de loterías. Y, ante todo, será ésta una historia sobre evolución.

La perspectiva que mejor explica el rompecabezas del cáncer es la evolutiva o darwinista y será la potencia de la genética molecular la que alimente esta nueva visión biológica de la humanidad.

Comprobaremos que los genes se encuentran en el centro de esta historia del cáncer como parte de una extraordinaria malla de interacciones de un gran juego de azar en el que tanto jugadores como reglas son legado de la evolución. El cáncer es omnipresente en la naturaleza y, en cierto sentido, parte natural de ella.

La perspectiva darwinista nos proporciona un marco plausible en el que afrontar las grandes preguntas sobre el cáncer:

¿Por qué existe?
¿Por qué un cuerpo sano no puede acabar con él?
¿Por qué es tan común?
¿Por qué hay tantos factores de riesgo?
¿Por qué suelen fracasar aun las mejores terapias?
¿Qué es exactamente?
¿Qué podemos hacer al respecto?

Lo que sigue será una visión contextualizada y divulgativa de uno de los mayores retos del conocimiento que ha tenido el ser humano. Este reto es apasionante, el cáncer es apasionante. Es una barrera del conocimiento que los humanos hemos de traspasar. Y vamos a traspasarla. No existen atajos ni recetas milagrosas. No existen milagros, o no se han documentado. Tampoco existe Dios, o a Dios no le importa. No son gratuitas estas afirmaciones, ni para quebranto de las iglesias tampoco son blasfemias. Tienen mucho que ver con la realidad, mucho que ver con el dolor y la dignidad del ser humano. La ciencia tiene sus ritmos, hoy son verginosos y lo serán más cada vez. El cáncer es, sin embargo, visible socialmente pero silencioso y lento individualmente, por más que parezca irruptivo en experiencias vivenciales subjetivas. El cáncer es una enfermedad terrible y vamos a acabar con ella. Este espanto que provoca el cáncer, justificado, hace que el ser humano busque paliativos emocionales. Cuando la ciencia no garantiza la victoria sobre esta terrible "enfermedad" el hombre, desorientado, busca el concurso de la magia en todas las facetas que la imaginación le pone a su alcance. No existen remedios milagrosos ni la fe mueve montañas, excepto, quizá para los pocos agraciados con la gracia divina. Desde luego no son ni han sido jamás los detentadores de esa fe quienes impartieran esa gracia al común de los mortales. Así pues, en esta batalla estamos solos. Y nos bastamos.

El cáncer es sorprendente, lo percibimos como una enfermedad pero no es propiamente una enfermedad. Afecta a todas las edades del ser humano pero muy especialmente a los adultos que han sobrepasado la edad de procreación. Afecta a cualquier parte del cuerpo, pero muy especialmente a órganos y sistemas concretos. Está influenciado por múltiples agentes tóxicos exógenos, pero no determinado. Se muestra irruptivo y sorpresivo en su aparición y, sin embargo, es de desarrollo lento, muy lento. Se muestra sorprendentemente recio a la terapia, sea de radiación, química y quirúrgica y, sin embargo, no es más que células como las demás del organismo con pocas estructuras diana alteradas. Las cualidades que lo fortalezan son las mismas que nos han hecho humanos, las mismas de la complejidad de la vida. La resistencia ante las dificultades, los trucos adaptativos, la inubicuidad, la movilidad, la flexibilidad y la identidad, la apariencia, el mimetismo, el parasitismo. Y sobre todo el tiempo. También el espacio. El tiempo es su gran aliado. El espacio, el territorio será su campo de operaciones. Conoce el espacio y sabe moverse. Utiliza las infraestructuras y las crea. Es, en definitiva, un enemigo peligroso, muy peligroso. Es inteligente. Su inteligencia es de millones de años.

El cáncer es una mutación del ADN. Pero no es una sóla mutación, es una serie de mutaciones que darán por resultado una célula mutante.

El cáncer está íntimamente relacionado con la comunidad de células. Depende de la asociación celular. Es una enfermedad de los organismos multicelulares.

El cáncer puede afectar y afecta a TODOS los seres vivos, plantas y animales. Actuales y extintos. No afecta a todos por igual, pero a todos les afecta. No ha afectado con la misma intensidad en todas las épocas, pero en todas las épocas ha habido cánceres. Existen cánceres más propios por épocas como existen cánceres más propios por zonas geográficas. Existen cánceres culturales y cánceres sociales, incluso cánceres nacionales. Existe un cáncer casi "propio" de Turkia y existe un cáncer que "aumenta" en incidencia en China. Existe un cáncer económico y un cáncer del subdesarrollo. Así que el cáncer es MULTIDISCIPLINARIO. Su comprensión será, pues, multidisciplinaria.

Iniciamos en TURKANA un viaje apasionante a los confines del microcosmos del cáncer. La pretensión es la de estimular una de las mayores virtudes del ser humano, la que nos ha conferido el poder que tenemos, que nos ha despegado del suelo para saltar del bipedismo al espacio...la que, algún día, nos retornará a los confines de las estrellas: la curiosidad, la emoción, la imaginación, la impulsividad, la tenacidad, la admiración. La conciencia de nosotros mismos, la consciencia va a ser la precursora, llegado el momento, de nuestra victoria sobre el terrible y complejo proceso del cáncer.

Todo tiene su momento y, en ocasiones, es necesario esperar el tiempo adecuado para que las ideas surjan de perspectivas, a veces, laterales. Estamos enfocando el cáncer pero su resolución bien puede venir como producto de una mirada lateral. La mirada de Darwin pudo ser focal pero hubo de esperarse, fue necesaria la mirada al margen de Méndel para que cobrase su auténtico significado. Sobrepasado en cien años Darwin, el cáncer, como proceso biológico, comienza a poder ser explicado en términos darwinistas. Tampoco hubiera sido posible sin los extraordinarios avances de la genética a la que, por cierto, se opone la iglesia católica en muchos de sus puntos, como depositaria rastrera de la buena fe de muchas personas. En realidad, lo único que consigue la Iglesia y la fe de los humanos en Dios es hacernos retrasar. Sólo eso. Ni pudo con Copérnico, ni con Galileo. Ni podrá con la genética. Sólo retraso. En otras época involución. Hoy, quizá no. Quiera su Dios, si es que ese Dios quiere, no inmiscuirse. Mejor haría, de existir, con darnos ideas para acabar con el sufrimiento de los niños y de las mujeres que padecen la terrible "enfermedad" del cáncer. Las mujeres, por cierto, son mucho más proclives a padecer cáncer que los hombres, excepto por hábitos masculinos más extendidos que favorecen su aparición.

Serán diferentes autores los que se citarán al final de estos capítulos que TURKANA va a desarrollar sobre la letal "enfermedad". Será, muy principalmente, Mel Greaves en su extraordinario libro "Cáncer. El legado evolutivo" quién aportará el armazón conceptual de la exposición. Libro esprencindible, publicado por Editorial Crítica, S.A., Colección Drakontos.

Los autores Lucio Diaz-Flores, Gustavo Ortiz y Guillermo Sánchez, profesores de Histología, Embriología y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela con sus lecciones de Patología general de los tumores, en Bases Ultraestructurales en Citología, Histología y Anatomía Patológica.

Bibliografía:

Bernhard, W., Bittner, J., Bolli, I., Borrel, A., Cancilla, P., Cesarini, J., Dmochowsky, L., Ellerman, V., Erlandson, R., Friedmann, I., Gessaga, E., Hoshimo, M., Huxley, J., Johnson, H., Kaplan, H., ....
NICOLÁS JOUVE

TURKANA

sábado, 19 de diciembre de 2009

RAÍCES DE AMOR


Lucharé por descubrir hebras
de amor en tí,
porque se arremolinen
hasta formar de ellas
un ovillo.
Y poder hilarlas
en cálido sueño de amor.

Así, aísladas
del frío mundo y casi
de sus avatares,
-los menos-.
Para ser tú y yo un átomo
flotando, ingrávido,
en el universo frío.

Viajar al aire azaroso de las estrellas,
circundar novas y asteroides,
galaxias y supernovas
y llegar al centro mismo
del big-bang.

Y germinar,
desde el principio,
raíces de amor.

TURKANA
fotografía: Quike García

viernes, 18 de diciembre de 2009

EL PALACIO DE LOS SUEÑOS


La mañana
La mañana era húmeda y ventosa. Los edificios macizos que se alzaban directamente sobre el movimiento de la calle, con sus grandes portones y ventanales cerrados tornaban aún más gris el comienzo del día.

Mark-Alem se abrochó el último botón del abrigo ciñéndose el cuello, observó los faroles de hierro de la calle y la escasa aguanieve que flotaba envolviéndolos y sintió un estremecimiento.

Las calles, como de costumbre a aquella hora, estaban repletas de funcionarios que se apresuraban para llegar a tiempo de cumplir el horario oficial. Dos o tres veces le asaltó la duda de si no había debido coger un coche de punto. El camino hasta el Tabir Saray resultaba más largo de lo que había imaginado y, además podía dar un resbalón en el empedrado, cubierto por una pátina de nieve a medio fundir.

Pasaba ante la Banca Central. Más allá se divisaba una larga hilera de coches de caballos envueltos en la bruma frente a otra edificación de cuatro plantas; se preguntó qué ministerio sería.

Alguien resbaló delante de él. Mark-Alem presenció cómo en el último instante lograba a duras penas recuperar el equilibrio para no acabar de caer, se incorporaba rápidamente maldiciendo entre dientes y, mirando ora su capa embarrada, ora el lugar del resbalón, continuaba su camino como si le persiguieran. Cuidado, se dijo Mark-Alem, sin saber él mismo a quién se dirigía su advertencia, si al desconocido o a sí mismo.

En realidad no había razón para inquietarse tanto. No sólo no le habían fijado una hora precisa para presentarse sino que ni siquiera tenía la certeza de que fuera necesario que lo hiciera a lo largo de la mañana. De pronto se dio cuenta de que no sabía nada acerca de los horarios del Tabir Saray.

¿Puede el Estado volverse loco o ya, por su propia naturaleza, está loco? ¿El Estado es un delirio o, simplemente, un sueño de la razón que engendra monstruos? ¿Son unos estados más proclives que otros a segregar esa atmósfera neblinosa que, como una membrana adventicia, se adhiere a los pies de los denominados ciudadanos? ¿Son los pasos de los ciudadanos-siervos perdidos y amortiguados en su escaso fragor por la supurencia de los estados más opresores?

El Poder, siempre tenebroso, más allá de su imagen pública de Fasto y Ley es un poder de alcantarilla. Su hedor es el de las letrinas y en sus paredes progresa una rica fauna tintada de cadmio. Viene de la naturaleza humana y por ósmosis penetra en los capilares del Estado. Se muta y adapta a todos los sistemas políticos y, oportunista, aprovecha los declives inmunitarios de los estados más débiles para cobrar virulencia. Algunas de las antiguas ideologías que pretendían inspirar esos mismos estados han sido ocasión peripintada para las más deletéreas metástasis. Albania, Bulgaria, Chequia, Berlín y el gran Imperio de Rusia, la madre, la matriuska, el papacito Estalin, son paradigmáticos.

La capacidad del poder corrupto para la simulación es enorme y su endurecimiento le viene de la dura pugna que ha debido librar basada en las mismas leyes de la Selección Natural. Su adaptabilidad es darwiniana.

En aquellos estados socialistas totalitarios eran la purga, la checa y el Gulag sus efectos; mientras en las democracias idiotizadas, como la española, lo son los esperpentos de la corrupción municipal crematística, la velocidad variable, el Diálogo de Civilizaciones y el Presidente Zapatero, políticamente border, que asola España.

Todo eso es un "Palacio de los sueños", que es El Castillo de Kafka. Se trata de la extraordinaria novela de Ismail Kadaré.

TURKANA

miércoles, 9 de diciembre de 2009

TILONORRINCO O LA ELECCIÓN DEL MACHO


Las enramadas de los tilonorrincos o pájaros jardineros son las estructuras más elaboradas construidas y decoradas por cualquier especie animal que no sea la humana. Si no hubiera oído hablar de las enramadas, habría tomado la primera que vi por una creación humana, tal como lo hicieron los exploradores decimonónicos de Nueva Guinea. Había salido a pasear una mañana, dejando atrás el pueblo de Nueva Guinea donde me alojaba, un lugar de cabañas circulares, con cuidados macizos de flores, donde la gente se adornaba con cuentas y los niños llevaban arcos y flechas en miniatura a imagen y semajanza de los de sus padres, de pronto, en medio de la selva, me topé con una cabaña circular primorosamente trenzada, de dos metros y medio de diámetro y algo más de un metro de alto, con una entrada lo bastante grande como para dejar paso a un niño, que podría sentarse en su interior. El musgo alfombraba el espacio situado delante de la cabaña que, libre de malas hierbas y desechos, estaba ocupado por cientos de objetos naturales de diversos colores, colocados allí con la obvia intención de decorar. Los adornos consistían principalmente en flores, frutos y hojas, aunque también había algunas alas de mariposa y varios hongos, los habían agrupado por colores y, por ejemplo, junto a un grupo de frutos rojos había otro de hojas rojas. El adorno de mayor tamaño era un elevado montón de hongos negros situado frente a la entrada, que hacía juego con otro montón de hongos naranjas situado unos metros más allá. Todos los objetos azules estaban dentro de la cabaña, los rojos fuera, mientras que los amarillos, morados, negros y algunos verdes ocupaban diferentes lugares.

Aquella cabaña no era el territorio de juego de un grupo de niños, sino que había sido construida y decorada por un ave del tamaño de una cotorra y aspecto nada singular llamada tilonorrinco o jardinero, un miembro de una familia de dieciocho especies que habitan exclusivamente en Nueva Guinea y Australia. Son las aves machos las que levantan las enramadas con el único propósito de seducir a las hembras, quienes luego asumen en exclusiva la responsabilidad de construir el nido y criar a los polluelos. Los machos son polígamos, intentan aparearse con tantas hembras como puedan y no las ayudan con ninguna otra aportación que no sea el esperma. Las hembras, por lo general en grupo, recorren su territorio inspeccionando las enramadas para seleccionar aquella en la que desean aparearse. Escenas similares se desarrollan todas las noches en Sunset Strip, a unos kilómetros de Los Ángeles, donde resido.

Las hembras eligen a su compañero sexual por la calidad de la enramada que construye, por el número de adornos y su adecuación a las reglas locales, las cuales varían entre las distintas especies y poblaciones de jardineros. Algunas poblaciones prefieren los adornos azules, otras los rojos, verdes o grises, mientras que algunas construyen dos torres, un corredor entre dos paredes y una caja de cuatro paredes en lugar de una enramada. Entre algunas poblaciones de jardineros es costumbre pintar las enramadas con hojas machacadas o con grasas que ellos mismos segregan. La determinación genética no parece ser la causa de estas diferencias locales; los jardineros tardan muchos años en llegar a la edad adulta, y durante ese período tienen tiempo para aprender observando a sus mayores. Los machos aprenden la manera correcta de decorar sus creaciones de acuerdo con las costumbres locales, y las hembras aprenden esas mismas normas con objeto de elegir a un macho.

En un principio, este sistema puede parecer absurdo. Al fin y al cabo, tan sólo se trata de que la hembra escoja a un buen compañero, y la ganadora de este concurso evolutivo es la hembra que escoge al macho que le permite procrear más hijos vivos. ¿Qué sentido tiene que elija al macho que ha adornado su enramada con los frutos azules más vistosos?
Todos los animales, incluidos los humanos, se enfrentan a problemas análogos a la hora de seleccionar a la pareja. Pensemos en aquellas especies (incluidas la mayoría de las aves canoras de Europa y Norteamérica) en las que los machos se adueñan de territorios exclusivos que compartirán con su pareja; en cada territorio hay un lugar que servirá de emplazamiento del nido y recursos alimenticios para que la hembra pueda criar a sus polluelos. En consecuencia, una de las tareas de las hembras es evaluar la calidad de los territorios de cada macho. Imaginemos, asimismo, el caso de una especie en la que el macho colabora con la hembra en la crianza y protección de las crías y donde machos y hembras cooperan en la caza; en tales circunstancias, la hembra y el macho deben evaluar sus habilidades para la crianza y la caza, así como la calidad de su relación. Si todos estos factores son difíciles de valorar, cuánto más complicada no será la elección de pareja cuando ésta sólo aporta su esperma y su material genético a una relación, como en el caso de los jardineros machos. ¿Cómo puede evaluarse el material genético de la futura pareja? ¿Qué tienen que ver los frutos azules con la calidad de los genes?

Los animales no disponen del tiempo necesario para procrear con todas sus posibles parejas y comparar los resultados (el número de crías supervivientes) y, por ello, deben confiar en las señales de cortejo, como los cantos y las demostraciones de habilidad rituales. En la actualidad, los estudiosos de la conducta animal mantienen un caldeado debate sobre la posibilidad de que esas señales externas funcionen a modo de indicadores indirectos de la calidad de los genes. La complejidad del problema se hace patente si pensamos en nuestras propias dificultades a la hora de seleccionar pareja y evaluar la riqueza, la capacidad para la paternidad y la calidad del material genético de nuestros posibles compañeros.

A la luz de estos hechos intentaremos dilucidar qué significa que una jardfinera encuentre a un macho que ha erigido una buena enramada. çEn primer lugar, la hembra sabrá que el macho es fuerte, puesto que ha construido una enramada cientos de veces más pesada que su propio cuerpo y ha trasladado desde muchos metros de distancia adornos que pesan tanto como la mitad de su cuerpo. Asimismo, la enramada indica a la hembra que el macho posee las habilidades necesarias para trenzar cientos de palos para formar un cobertizo, una torre o un par de paredes. Para llevar a la práctica correctamente el complejo proyecto de construcción, el macho debe ser inteligente; debe, asimismo, tener buena vista y buena memoria para buscar en la selva los cientos de adornos requeridos. Por otro lado, el hecho de qu haya sobrevivido los años necesarios para perfeccionar estas habilidades indica que el macho sabe enfrentarse a la vida. Por último, el macho que consiga llevar a buen término su proyecto debe ser un individuo dominante, ya que todos los machos consagran gran parte de su tiempo libre a estropear las obras de los otros y a robarles los materiales.

Así pues, la construcción de enramadas resulta ser una buena prueba global de la calidad de los genes del macho. Es como si una mujer sometiera a sus pretendientes a una serie de pruebas; levantamiento de pesos, costura, musculatura, pruebas de visión y concurso de boxeo, y finalmente se acostara con el vencedor. Si nos comparamos con los jardineros, nuestros esfuerzos para identificar a una pareja bien dotada genéticamente resultan patéticos. Los humanos nos fijamos en trivialidades externas como las facciones y la longitud de los lóbulos de las orejas, el atractivo sexual y la calidad del coche que se posee, es decir, en rasgos que no nos dicen nada de la calidad del material genético. Pensemos en cuántos sufrimientos emanan del triste descubrimiento de que las mujeres hermosas y atractivas y los hombres apuestos y con coches deslumbrantes son inútiles en los demás aspectos. No es de sorprender que el destino de tantos matrimonios sea el divorcio, puesto que una y otra vez se descubre demasiado tarde que se ha hecho una elección errónea basándose en criterios inconsistentes.

Jared Diamon
"El tercer chimpancé"

TURKANA